Aunque no me suele gustar el humor marrón en los libros infantiles, pues se abusa mucho de él y acaba siendo un recurso facilón, hay excepciones. Una es ¡No, no fui yo! [1], de Ivar Da Coll [2].
Aunque no me suele gustar el humor marrón en los libros infantiles, pues se abusa mucho de él y acaba siendo un recurso facilón, hay excepciones. Una es ¡No, no fui yo! [1], de Ivar Da Coll [2].