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La pequeña Dorrit (1855-1857)

Dice Chesterton [1] que La pequeña Dorrit representa lo más lejos que Dickens [2] fue por el camino del realismo aunque, de sus últimas novelas, no es la que trata mejor algunos problemas sociales inmediatos, pues esa fue Tiempos Difíciles [3]; ni es la mejor construida, que probablemente sea la inacabada El misterio de Edwin Drood.

El protagonista es Arthur Clenam, un hombre que vuelve a Londres después de haberse pasado veinte años en China. La pequeña Dorrit trabaja en casa de su madre, la señora Clenam, una mujer inválida y de trato difícil con Arthur. Arthur se siente intrigado por la chica y descubre que cuida de su padre, un hombre arruinado, en la prisión para deudores de Marshalsea. Arthur la ayuda y, para eso, ha de hacer frente a la Oficina del Circunloquio, un cuerpo burocrático verdaderamente fastidioso. También hace negocios y se enamora de la chica equivocada. Entretanto, el arrogante mayordomo de su madre logra ser socio de la compañía Clennam. En fin, se suceden cambios de fortuna, herencias inesperadas, descubrimientos del pasado, etc.

Dickens intentó en esta historia satirizar la incompetencia del gobierno y la hipocresía social. En conjunto no acertó, pues la narración tiene algo de la forma, o de la falta de forma, de Nicholas Nickleby [4] o de Martin Chuzzlewit [5], y en ella son muchas las cosas que suceden, como en una cadena de aventuras desconectadas, y sin que haya tantos momentos de hilaridad como en otras novelas. Sin embargo, el pasaje donde describe la Oficina de Circunloquios es verdaderamente memorable: cualquier elogio es pequeño, también porque, decía Chesterton, revela cómo está siendo gobernada Inglaterra no sólo antes, sino ahora. Otro punto de interés está en que Dickens ambientó su novela en la prisión de Marshalsea, donde su propio padre estuvo encarcelado, y en que se inspiró en él tanto para el serio señor Dorrit, un hombre pobre, desolado y vencido por el mundo, como para el hilarante Micawber (David Copperfield [6]), un hombre también pobre, pero exultante, a quien el mundo no derrota: mientras en La pequeña Dorrit Dickens insiste en la degradación del deudor, en David Copperfield se recreaba en su irresponsabilidad.

Charles Dickens. Little Dorrit [7] (1855-1857). Edición en castellano, titulada La pequeña Dorrit, en Barcelona: Alba, 2011; 952 pp.; col. Clásica Maior; trad. de Carmen Francí e Ismael Attrache; ISBN: 97884-84286707.