Comparados con los del primer semestre son menos, y en general creo que inferiores, los libros que, a lo largo de los últimos seis meses, me han parecido sobresalientes.
Entre los álbumes para primeros lectores destacaría El día que los crayones renunciaron [1], por su simpatía y su excelente confección, y los relatos de Escarabajo en compañía [2], por su calidad y por ser un gran homenaje a un maestro como Arnold Lobel [3].
De los álbumes para lectores más mayores no es nada nuevo decir que libros como Las reglas del verano [4], La luna se olvidó [5], y Sr. Minino [6], no bajan en absoluto el altísimo nivel habitual de sus autores. Subrayaría, por su singularidad, Extraños [7], aunque sea una obra minoritaria.
Entre los libros infantiles El tesoro de Barracuda [8] es el que más me gustó. Y me alegró la nueva edición de un clásico como Pollyanna [9]. Entre los juveniles los más valiosos me parecieron El único e incomparable Iván [10] y Me llamo Suleimán [11]. Me sorprendió, inesperada y gratamente, Cinder [12].
Entre las novelas fue todo un impacto La cena [13]. y destacaría, por encima de todas, Los bienes de este mundo [14]. De los libros de ficción de Gustavo Martín Garzo que conozco, La puerta de los pájaros [15] es el que más me ha gustado.
Entre los de memorias ficcionadas, tanto Los hijos [16] como Un altar para la madre [17] me han parecido formidables.
Los libros que leí con más atención e interés, sin embargo, fueron Cisneros, el cardenal de España [18], y, más todavía, Un camino entre dos mares. La creación del canal de Panamá [19], una lectura rica que me tuvo atrapado durante muchas horas.
Además, como debí releer algunos libros para terminar La eficacia del optimismo [20], Formas de la felicidad [21] y Dentro del torbellino [22], he renovado mi entusiasmo por Casa Desolada [23], Secuestrado [24]y [24] Catriona [24], y El Dador [25], que recomiendo vivamente una vez más.