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Fantastes

Se acaba de publicar una nueva edición de Fantastes, una obra de George MacDonald [1] de la que hablé ya en Atisbos de lo invisible [2]. Como dije allí, su protagonista y narrador es un joven de veintiún años, llamado Anodos («sin senderos») al que conducen al País de las Hadas, donde realiza un viaje mágico en el que le ocurren muchas cosas, e incluso muere, para despertar más adelante. Al comienzo de su relato el narrador indica que ofrece una ventana desde la que contemplar un mundo enorme: la intención del autor es hacer pensar en un mundo invisible más allá del mundo visible.

Esta edición contiene un prólogo de C. S. Lewis [3] en el que indica que lo que le fascinó en las obras de MacDonald fue que lograba reflejar «la cualidad del universo real, la realidad divina, mágica, terrorífica y extasiante en la que todos habitamos». Hay que añadir, sin embargo, que si resulta fácil comprender que obras como La princesa y los trasgos [4] dejaran mucha huella en niños como fueron Chesterton [5] o Tolkien [6], es más difícil entender cómo una obra (que ahora nos parece tan exageradamente romántica) como Fantastes pudo tener tanto impacto en Lewis como para moverle a su conversión.

Sea como sea, Lewis pone de manifiesto las carencias literarias y los méritos de MacDonald como creador de relatos de fantasía que oscilan entre la alegoría y la mitopoiesis: es decir, relatos que funcionan como mitos, en los cuales no importan tanto los recursos literarios como la simple sucesión de acontecimientos que componen su argumento. Esta clase de relatos, dice C. S. Lewis, nos tocan en un nivel más profundo que el de nuestros pensamientos y nuestras pasiones y consiguen sacudirnos y hacernos sentir más despiertos que nunca.

George MacDonald. Fantastes (Phantastes, 1858). Girona: Atalanta, 2014; 271 pp.; trad. de Juan José Llanos; prólogo de C. S. Lewis; ISBN: 978-84-942276-4-6. [Vsita del libro en amazon.es [7]]