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Más allá del escepticismo (sobre Cioran)

Cuando leí un comentario que me pareció formidable de E. M. Cioran, decidí leer un libro en el que se reúnen diferentes entrevistas que le hicieron. Encontré más citas valiosas y abundantes ideas jugosas —sobre todo, muchas opiniones interesantes sobre sus amigos Ionesco [1], Mircea Eliade, Beckett…—, pero también la frivolidad del hombre muy inteligente al que, con frecuencia, sólo parece interesarle su propia agudeza. Él mismo lo explica en una entrevista de 1982:

«Ahora ya sólo escribo aforismos: soy víctima de mis propias ideas. Como todo lo que he hecho era atacar la literatura, atacar la vida, atacar a Dios, ¿por qué habría de escribir algo hilado en esas condiciones? ¿Para probar qué? (…) Siempre me he considerado irresponsable. Por tanto, para mí escribir es decir lo que quiero, sin perjuicio de contradecirme, eso no tiene la menor importancia. No he escrito por la honorabilidad ni por el éxito. (…) Como usted comprenderá, escribir aforismos es muy sencillo: vas a las cenas, una señora dice una tontería, eso te inspira una reflexión, vuelves a casa, la escribes. Es más o menos ese, verdad, el mecanismo. O bien, en plena noche, tienes una inspiración, un inicio de fórmula, a las tres de la mañana escribes dicha fórmula y al final se convierte en un libro. No es serio. (…) Pero considero que en una civilización que se disgrega ese tipo de cosas resulta de lo más apropiado. (…) Los aforismos son generalidades instantáneas. Es pensamiento discontinuo. (…) Es una mezcla de seriedad y de falta de seriedad. A veces hago afirmaciones totalmente insensatas y me las echan en cara. Puedo decir perfectamente: “Mire, también digo lo contrario: basta con que pase la página”. No es que sea yo un sofista, el moralista no es un sofista. Pero son verdades pensadas con la experiencia. Son verdades falsamente fragmentarias. Hay que aceptarlas como tales. Pero, evidentemente, la ventaja del aforismo es que no hay necesidad de dar pruebas. Se lanza un aforismo como se da una bofetada».

Lo anterior ejemplifica bien cómo «las medias verdades del escéptico no son solamente hojas afiladas sino también hojas de doble filo. Cortan la base del racionalismo de la misma manera que la de la religión; pueden ser usadas para herir a la democracia igualmente que al despotismo y en última instancia pueden inocular las mentes con dudas acerca de la duda misma. El joven verdaderamente inteligente encontrará cada vez más que se ha vuelto lo suficientemente afilado como para lastimarse. Y si no busca algo más allá del escepticismo, se volverá lo suficientemente escéptico como para cortarse el cuello». Chesterton [2], naturalmente.

E. M. Cioran. Conversaciones (Entretiens, 1995). Barcelona: Tusquets, 1996; 264 pp.; col. Marginales; trad. de Carlos Manzano; ISBN 84-7223-949-7.
G. K. Chesterton. El Pozo y los charcos [3] (The Well and the Shallows, 1935). Buenos Aires – Madrid: Ágape – Edibesa, 2007; 286 pp.; trad. de Horacio Velasco Suárez; ISBN: 84-8407-684-9.