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Compota de manzana

Compota de manzana, de Klaas Verplancke, trata de la relación entre un padre y su hijo, como el álbum citado ayer, Mi papá [1], pero con otro registro y un argumento parecido al de El hilo de Ariadna [2] (un relato más sutil). La narración, tanto con las palabras como con las imágenes, se presenta desde la perspectiva del niño, ya desde la página de presentación: «A mi papá me lo regalaron. Estaba allí cuando nací, y todavía lo tengo». A continuación vemos a un padre que, normalmente, es cariñoso, pero que, a veces, se enfada y se transforma en un papá tormentoso.

Las figuras angulosas y alargadas de los personajes se transforman, según los estados de ánimo del padre y según como el niño lo ve (habría que pensar en cómo el padre ve al niño también: conviene no perder de vista que un relato nunca lo cuenta todo; esto es algo útil a la hora de las lecturas compartidas). La compota de manzana representa, para el niño, la vida ordinaria y amable habitual antes de deteriorarse y después de recomponerse. Me gusta la historia pero creo que, tal como está, es más para lectores adultos, igual que otra que comentaré mañana y que trata sobre lo mismo.

Klaas Verplancke. Compota de manzana (Appelmoes, 2010). Barcelona: Ekaré, 2012; 30 pp.; trad. de D.R. y D.B.; ISBN: 978-84-939138-1-6.