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Galicia borrosa (2)

Si ayer puse una primera nota de Galicia borrosa, pongo hoy otra distinta, que se refiere a una peculiaridad importante del país que, para los analistas más superficiales y menos cultos, pasa inadvertida por más que esté bien a la vista: en ningún lugar del mundo abundan, como en Galicia, no sólo los cruceiros —a los que se refiere Castelao en un texto que puse cuando hablé un poco de Cosas [1]—, sino los petos de ánimas [2].

«El Purgatorio es un lugar “borroso”, a medio camino entre el cielo y el infierno», cuya existencia fue predicada en la Edad Media «por las órdenes mendicantes de los frailes franciscanos y dominicos, que por toda Galicia extienden la creencia en ese nuevo lugar de tránsito y espera. Este sistema de creencias permite y alienta que los vivos puedan interceder por los muertos. El purgatorio permite «acordos e trasacordos» entre vivos y muertos, interceder por las ánimas mediante misas y oraciones, de ahí que los cruceiros y petos de ánimas que forman parte esencial de nuestro paisaje y de nuestros folletos turísticos, tengan este origen borroso y se levanten en las encrucijadas de los caminos pidiendo una oración al caminante para que aquel que mandó levantarlo, pueda ir poco a poco abandonando ese purgatorio provisional que lo acoge. También tenemos en Santiago de Compostela [3] [una de las pocas iglesias] de toda la cristiandad consagrada a estas ánimas benditas. El purgatorio es, como diría Gondar [4], un lugar entre el sí celestial y el no infernal. Incluso podría ocurrir que fuera un más allá propiamente gallego».

Santiago Lamas. Galicia borrosa (2004). Sada (A Coruña): Ediciós do Castro, 2004; 199 pp.; col. Publicacións do Seminario de Estudos Galegos, Cadernos da Área de Pensamento; ISBN: 84-8485-163-X.