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Masculino: Fuerza, eros, ternura (2)

El segundo texto que quiero poner del libro mencionado ayer, Masculino: Fuerza, Eros, Ternura [1], comenta la imagen modelo del padre que nos dejó Homero:

«Hoy más que nunca, necesitamos de imágenes modelo. Y al hablar del padre, una de las imágenes más fulgurantes y sugerentes sigue siendo «el gesto de Héctor», el héroe troyano de la Ilíada. Se trata de una imagen muy querida y muy citada por los especialistas en masculinidad, tanto como para dar el título a un gran ensayo del psicoanalista Luigi Zoja. El episodio es famoso, de modo que lo relato brevemente: Héctor está a punto de enfrentarse a Aquiles, campeón de los Aqueos, en un duelo que va a ser fatal para él. Antes del encuentro se despide de su mujer, Andrómaca, y de su hijo pequeño, Astianacte. Estamos en el libro VI de la Ilíada. Héctor abre los brazos a su hijo, que no le reconoce y se gira llorando, asustado a la vista de la armadura y de la coraza brillante que reviste a su padre. En ese momento Héctor se quita el yelmo, lo deja en la tierra, y toma a su hijo en brazos. Se lee en el texto: «Besó a su querido hijo, le hizo saltar entre sus brazos y dijo, invocando a Zeus y a los demás numos: ‘Zeus, y los que estáis en el cielo, haced que mi hijo crezca y se convierta como yo en uno de los primeros troyanos… de modo que se pueda decir de él, cuando vuelva de la guerra: Es mucho más fuerte que su padre’». En otras traducciones el gesto se vuelve todavía más claro: «Y dulcemente entre sus manos bastante / mecido el infante, lo alzó al cielo / y exclamó suplicante…». El gesto de Héctor —que se quita el yelmo, eleva a su hijo al cielo y suplica a los dioses que le hagan más fuerte que él— sigue siendo una de las cumbres más altas de la literatura sobre el padre. Se trata de una imagen en la que todo está incluido: la fuerza del padre, su valor, su ternura; pero también la consciencia de su propia posición y de su papel. Héctor sabe que no tiene propiedad sobre el hijo, que es un don recibido de los dioses; está orgulloso de ser un medio para que el hijo pueda cumplir su destino. No lo retiene hacia sí, sino que lo eleva, lo proyecta al futuro, fiándose de la protección de un padre mayor que él, siente como máxima realización de su propia paternidad que el hijo pueda superarlo, para convertirse en un guerrero más fuerte que su padre. Tendríamos que cerrar los ojos para imaginarnos la escena. El foco se concentra hacia lo alto: vemos los brazos tendidos de Héctor, su mirada que encuentra la del niño. En la escena, el movimiento de los brazos a lo alto, la mirada y las palabras forman un todo indivisible. En todo esto hay algo inefable: sentimos que Héctor es consciente de que la muerte se aproxima; sentimos su desgarro de hombre joven, de padre, de marido; sentimos su fe en los dioses; sentimos su dignidad, su fuerza; sentimos su capacidad de poner en el hijo una promesa de futuro que es el verdadero don del padre: el don de transmitir la vida aceptando la muerte».

Mariolina Ceriotti Migliarese. Masculino: Fuerza, eros, ternura (Maschi. Forza, eros, tenerezza, 2017). Madrid: Rialp, 2019; 128 pp.; trad. de Elena Álvarez; ISBN: 978-8432150593. [Vista del libro en amazon.es [2]]