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Joni y Job

Esta es una nota un poco deshilachada, pero ahí va.

Escuché a Joni Mitchell en los años ochenta e incorporé canciones suyas a mi reproductor hace unos años. Mi atención hacia ella creció cuando conocí sus famosas declaraciones de 2002 [1] a la revista Rolling Stone, en las que decía sentir vergüenza de haber contribuido al mundo de la música tal como ahora es: «It’s an insane business. Now, this is all calculated music. It’s calculated for sales, it’s sonically calculated, it’s rudely calculated. I’m ashamed to be a part of the music business. You know, I just think it’s a cesspool».

Este comentario conduce a que he oído con interés su disco último, Shine, y también The Joni’s Letters, otro (premiado) álbum reciente de Herbie Hancock basado en sus letras. Aún tengo que darles más oportunidades, pues del primero ahora sólo recuerdo una canción como Hana, y el segundo no me ha gustado mucho, sin duda porque no soy capaz de apreciar las sutilezas pianístico-jazzisticas, y también porque yo hubiera escogido canciones tan poderosas como Slouching Toward Bethlehem, basada en un poema de W. B. Yeats, o The Sire of Sorrow, inspirada en el Libro de Job…

Y este rollete termina con que, aunque en relación al Libro de Job he colgado ya notas en el pasado —La fe y el absurdo [2], El sufrimiento como amor [3]— y una referencia en el comentario a El hombre que era jueves [4], me ha interesado mucho la sugerente interpretación que de ese libro tan misterioso hace René Girard en La ruta antigua de los hombres perversos. En él, subraya que «en la Biblia, es la víctima quien tiene la última palabra» y que Job tiene una «virtud rara y preciosa entre todas: la inmunidad al mimetismo». Habla de Job como de un Edipo que «se niega hasta el final a unir su voz a la de sus perseguidores», y como de una «Antígona de su propia causa» a quien «le piden que reconozca que su martirio está justificado y se niega». Apunta cómo los amigos de Job cumplen la función terapéutica propia de de los buitres. Y al final acentúa que nunca se pueden situar en el mismo plano «la verdad de los perseguidores» y «la verdad de los perseguidos», y que para comprender de verdad a Job se necesita el texto de la Pasión de Jesucristo, «puesto que Cristo lleva hasta el final lo que Job sólo consigue a medias».

Bueno, ya dije que la nota era un poco rara.

René Girard. La ruta antigua de los hombres perversos (Le route antique des hommes pervers, 1985). Barcelona: Anagrama, 2002, 2ª ed.; 197 pp.; col. Argumentos; trad. de Francisco Díez del Corral; ISBN: 978-84-3391-325-8.