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El telón de fondo

Este comentario de Stanislaw Lem está muy bien: «Cualquier niño es capaz de leer el ingenuo cuento de La Cenicienta [1], pero, sin sofisticaciones y sin Freud, ¿cómo verlo como un ballet de perversión ideado por un sádico para masoquistas? Hoy, el rebatir que todo lo obsceno está oculto subliminalmente en los cuentos de hadas sólo muestra tu ingenuidad. Por consiguiente, diríamos que (…) el caprichoso comportamiento de Hamlet surge a partir de que Shakespeare incorporaba en la obra muchos elementos distintos de versiones anteriores. (…) En general, podemos ennoblecer una obra o tacharla de superficial, dependiendo del telón de fondo que le otorguemos en el escenario de nuestra mente como lector. Tampoco se trata de un telón de fondo pasivo, sino de un sistema de referencias en el que un palo roto podría sugerir una rama estilizada del Japón antiguo, y una piedra entallada se nos podría antojar una escultura que expresara el humor de nuestro tiempo fragmentado. Así, (…) podríamos gritar: “¡Incoherencia!”, o por el contrario: “¡Brillante disonancia!”, o: “¡El abismo bosquejado por la agrietada intención del caparazón de la lógica!”»

Stanislaw Lem. El castillo alto.