Libro parecido a otros semejantes, a Papelucho [1] de Marcela PAZ [2] sobre todo. Aunque las anécdotas son parecidas, algunas tienen matices distintos y, en cualquier caso, el lenguaje coloquial de la zona le da un sabor propio. Por ejemplo, cuando habla de una mala nota que le pusieron, el narrador señala cómo «el profe me tiene clavo desde que le pegué, sin querer, un semillazo de mango en la cabeza. Estábamos haciendo una guerra Marcos y yo, y el profe, de salado, se metió en el medio». Merece destacarse que algunas pinceladas aisladas le dan al cuadro un poco más de relieve: «Papá se llama Bernardo y es comerciante. A veces pretende ser muy amigo mío y lo logra; pero otras veces, cuando llega “cansado y nervioso” o “tenso y agotado”, que es lo mismo, se vuelve rabioso y hasta le tengo miedo».
La historia continúa con Verano de colores (1994); San José: Farben, 1992, 3ª ed.; 111 pp.; ilust. de Ana Luisa Núñez; ISBN: 9977-986-03-7.
Varios años más tarde, Arturo Pol sale ya con chicas. Es simpática y positiva, pero menos convincente pues los acentos del narrador suenan demasiado parecidos a los del Arturo Pol niño.