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KINNEY, Jeff

Relatos con golpes de humor continuos que, algunas ocasiones, son desternillantes. No es que siempre suban el nivel, e incluso alguna vez claramente lo bajan, pero, por lo menos, a Greg le repelen ciertas formas groseras de comportarse (sobre todo cuando la víctima es él, claro). Una de las razones de su éxito entre lectores niños, y no niñas, se debe a un asunto sencillo: la perspectiva es la de un chico varón, que actúa como tal y que se bandea como puede ante los modos educativos de su madre y de sus profesores. Y precisamente aquí está una de las razones de su interés: las narraciones muestran, sin concesiones, cómo las teorías educativas, en especial las malas, marcan el curso de muchas actuaciones y cómo los chicos, aunque a veces sea confusamente, perciben la estupidez de algunas cosas que se les dicen o se les mandan.

Así, Greg cuenta cómo en el instituto, todos los años les ponen la película «Es estupendo ser uno mismo»: «viene a decir que está bien ser como eres y no tienes por qué cambiar. Para ser sincero, me parece un mensaje estúpido para transmitir a los chicos, en especial a algunos». Otra vez, a propósito de la asignatura Salud Avanzada, «que incluye material de alto secreto para el que por lo visto hasta ahora no se pensaba que estuviéramos preparados», señala que no va a describir el video que les pusieron, «porque era bastante asqueroso. En realidad, parte de ese material no tiene demasiado que ver con un aula de clase».

En algunos momentos hace notar la insistencia de su madre en que su padre, su hermano Rodrick y él hagan cosas juntos para «crear “vínculos afectivos” entre los tres», sin comprender que no están hechos para esa relación de «coleguismo», lo que produce «situaciones realmente incómodas». Cuando sus padres le mandan a la piscina municipal, «una de las experiencias más traumáticas de mi vida», y los dibujos le muestran a él rodeado de tipos mayores en las duchas, se comprende bien que diga: «no veo por qué mamá y papá se molestan en protegerme de las películas de terror y cosas así, si luego permiten que me exponga a algo mil veces más horroroso».

En el sexto libro se critican los programas para evitar el acoso escolar, los excesos de medidas de control y de seguridad en los patios de juego, y se vuelve a una idea interesante: cómo con frecuencia los educadores intentan que los chicos lean con procedimientos más bien contraproducentes. En el libro cuarto se habla de un club de lectura para los chicos del barrio que monta la madre de Greg con el lema «leer es guay» y Greg dice que los profesores están siempre intentando que lea libros e «incluso tienen un programa en el que si lees un “clásico” en tu tiempo libre te dan como premio una pegatina, una hamburguesa o algo por el estilo». En el sexto, la madre de Greg le consigue un cómic que, supuestamente, ha sido firmado por su autor con la siguiente dedicatoria para Greg: «¡Los lectores son triunfadores! Sigue leyendo y tus sueños llegarán a hacerse realidad. Tu colega, Kenny». De más está decir que Greg acaba descubriendo que su madre fingió la firma del dibujante…

Otros libros más de la serie: Buscando plan… [1], Carretera y manta [2].