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OLAIZOLA, José Luis

El autor tiene una notable soltura para narrar historias diferentes, siempre con acentos humorísticos: El fronterizo de oro tiene aires periodísticos; en Gabriela hay toques primero de robinsonada y luego de melodrama; El vendedor de noticias tiene tonos de novela histórica.

El autor emplea el lenguaje que se supone a una persona como Senén, indicando desde el principio que, aunque sea torpe para algunas cosas, siempre le ha gustado leer y escribir, por lo que no se expresa nada mal. Salvado que las palabras de argot deportivo varían mucho con el paso de los años —el Marca no hablaría hoy «de esos chupinazos que luego el balón, en cámara lenta, se ve apepinado»—, el relato conserva intacto su tono jocoso, que a veces resulta hilarante, en caricaturas y situaciones que siguen siendo reconocibles hoy como ayer. Así, el presidente del club, obsesionado con salir en la prensa, continuamente declarando que él salió de la nada, y siempre dolido porque nadie le agradece lo que hace. El famoso periodista deportivo, que invariablemente pregunta antes del partido «“¿Y cómo ve nuestro `fronterizo de oro´ el partido de mañana?”. Yo digo que lo veo bien, que el equipo está con mucha moral y que creo que vamos a ganar. O sea, que, aunque no seas fronterizo, en estas entrevistas lo pareces».

Las novelas sobre Gabriela combinan equilibradamente elementos dispares. Es un acierto el personaje: al principio una especie de tarzán-chica; y, ya en Soria, el paso del desconcierto inicial a integrarse después. Se plantea positiva y bienhumoradamente el mensaje de la necesidad de afecto que todos tenemos. Son numerosos los golpes humorísticos: unos inciden en la crítica suave hacia ciertos tópicos anti-civilización, otros sacan jugo a la presencia de Gabriela entre «los austeros sorianos». Y Olaizola no desdeña tampoco el tirón romántico para dar más gancho a su argumento.

En El vendedor de noticias, el relato es conducido por las peripecias de Sebastián, sus andanzas y su maduración. Desde los comienzos sabe que «la noticia que aprovecha a quien se la vendes, daña a quien se la robas»; bien aconsejado, comprende que hay señores a los que merece la pena servir. Atraen poderosamente tanto la figura del Cid como las de sus oponentes, la ambiciosa condesa Columba y el cruel pero audaz conde de Lácar. Con buen humor, Olaizola atribuye buena parte de las habilidades de El Cid en el combate, a los arreglos que Ermelinda la Gallega le hace en su centro de gravedad (el mismo fundamento de la potencia de tiro de Senén).

Un maestro oriental

Entre las caricaturas que Olaizola dibuja, es singular la del maestro oriental de Senén, reconvertido en «manager», Yon Ying, siempre con máximas contundentes en los labios. La aportación más importante de Yon Ying es la puesta a punto de Senén. «Tu cuelpo es como un álbol viejo y nudoso», le dice, y le somete a unos ejercicios especiales que desarrollan las distintas cualidades de sus piernas: «Piernas-muelles (para poder saltar y rematar de cabeza), piernas-émbolos (para endurecer los tiros a puerta), y piernas-volátiles (para que no me enganchen los defensas)». Para que nadie se llame a engaño, Senén aclara «de medio cuerpo para arriba soy corriente, excepto en lo del aprovechamiento de mi respiración abdominal».

Más obras infantiles

Entre otros, dos relatos infantiles más del autor que, como en obras mencionadas más atrás, tienen protagonistas que viven en situaciones familiares difíciles pero que se reconducen hacia finales felices con ayuda de gente bondadosa y de personajes marginales simpáticos, son:

—Cucho (1982). Madrid: SM, 1993; 96 pp.; col. El submarino naranja; ISBN: 84-348-4125-8. Nueva edición en Madrid: BibliotecaOnline, 2017; 88 pp.; ISBN: 978-84-15998-67-9.[Vista de la edición digital en amazon.es [1] y de la edición en papel en la página de la editorial [2]]

Cucho tiene once años y vive con su abuela, que es modista pero ve muy mal, en una casa en muy malas condiciones en el centro de Madrid. Para llevar dinero a su casa, Cucho acaba montando un puesto para vender los bocadillos que sus compañeros no se toman, de ayudante de un músico callejero al que su abuela le hizo un traje, de ayudante también en un puesto de chucherías. Pero las cosas se complican más todavía.

—Bibiana y su mundo (1985). Madrid: SM, 1987, 5ª ed.; 144 pp.; col. El barco de vapor, serie roja; ISBN: 84-348-1613-X. Nueva edición en Madrid: BibliotecaOnline, 2017; 152 pp.; ISBN: 978-8415998631. [Vista de esa edición en amazon.es [3]  y  de la edición en papel en la página de la editorial [4]]

Bibiana es una chica huérfana de madre que vive con su padre, que es alcohólico, en un pueblo cercano a Madrid. Cuando se desarrolla el tramo principal del argumento tiene unos doce y trece años. Como tiene grandes dotes para tratar y cuidar a niños, va consiguiendo dinero que su padre malgasta. Pero su profesora está dispuesta a denunciar la situación.

El tirón de estas historias se basa en que se suceden situaciones que, aunque son reales y melodramáticas, se presentan con los aires de un cuento en el que se sabe que todo saldrá bien; en que las narraciones tienen gancho y son amenas; en la variedad de los distintos personajes que van apareciendo; y en que las reacciones interiores de los protagonistas, de preocupación o de desconcierto, están bien presentadas. El hecho de que estén ambientadas hace décadas tienen el inconveniente de que las formas de vivir y hablar de los personajes no resultan familiares a los lectores niños; a la vez, tiene las ventajas de que, por un lado, les ayudan a comprender el pasado y, por otro, que les añaden vocabulario que no conocen. Que presenten situaciones que hoy se consideran políticamente incorrectas puede desanimar a unos pero puede ser visto como una buena oportunidad por otros.

Novelas históricas: Juan Sebastián Elcano. La mayor travesía de la historia [5], Hernán Cortés, crónica de un imposible [6], Bartolomé de las Casas, crónica de un sueño [7], Francisco Pizarro, crónica de una locura [8], A la conquista de los apaches [9].