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TOLSTOI, Alexei N.

La infancia de Nikita es una de las obras más importantes de su autor. En ella recoge los recuerdos de su propia infancia, cuando vivía en el caserío de Sosnovka, el año en que su preceptor fue un seminarista melancólico que fue quien le animó a escribir un cuento por primera vez. El cuadro costumbrista que resulta es un buen testimonio de un tiempo y unas gentes que vivían la sucesión de las estaciones del año como grandes y siempre nuevos acontecimientos; de una familia en las que se leían en voz alta obras de TURGUENEV [1], TOLSTOI [2], PUSHKIN [3]…; de un niño solitario cuyos sueños se alimentan con las obras de Jules VERNE [4], Mayne REID [5], Fenimore COOPER [6]…, y que siente temores y vive sus conflictos interiores mientras sólo lejanamente intuye las dificultades que pueden tener los adultos.

Ejemplos para nuestros días

El preceptor, barba rojiza, negra levita, gafas doradas, le dice a su pupilo cómo Pipino el Breve, en Soissons, había partido en dos una jarra. «Arkadi Ivánovich hendía bruscamente el aire con la mano.

—Debes acordarte siempre —le decía a Nikita—, de que hombres como Pipino el Breve se distinguían por su inquebrantable voluntad y por su valeroso carácter. Ellos, a diferencia de algunos que yo conozco, no rehuían el trabajo, ni miraban boquiabiertos el tintero, sobre el cual no hay nada escrito; ellos no conocían, ni remotamente, palabras como “no puedo” o “estoy cansado”. Tampoco se retorcían el mechón en la frente, en lugar de asimilar el álgebra. Por eso mismo —decía Arkadi Ivánovich sosteniendo en alto el libro con un dedo metido en sus páginas—, ellos nos sirven de ejemplo hasta nuestros días».