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MORRIS,

Apoyándose en las películas del Oeste de John Ford, Howard Hawks, Anthony Mann y otros, los álbumes de LUCKY LUKE constituyen una completa y genial parodia del Oeste: Alambradas en la pradera trata sobre las disputas por la tierra entre violentos ganaderos y honrados agricultores; El pie tierno, sobre las dificultades de adaptación a una tierra a la que los pioneros llegan con el corazón «lleno de esperanza»; Los rivales de Painful Gulch, sobre una ciudad marcada por una rivalidad ancestral entre familias; El hilo que canta, sobre un aspecto del progreso: el tendido del telégrafo; Las colinas negras, sobre una expedición científica; La caravana, sobre una de pioneros; La diligencia, sobre un envío de la Wells Fargo; Remontando el Mississippi, una lección acerca del Misisipí y los barcos que lo navegan; Gold Hill es La ciudad fantasma, restos de una ciudad que creció al calor del descubrimiento de oro…

En algunos álbumes, los autores añaden al final un breve comentario histórico para precisar la base real que tiene lo que cuentan, como es el caso de bandidos legendarios, pero bien conocidos, como Jesse James, Calamity Jane y Billy el Niño. Varios álbumes están dedicados a los enfrentamientos con los Dalton; aunque tal vez sean demasiados, contienen sin embargo episodios memorables, como la crítica al psicoanálisis de La curación de los Dalton, o algunos gags protagonizados por Ran Tan Plan, o situaciones equivalentes al mejor ASTÉRIX en Los Dalton van a México y Los Dalton van al Canadá. Otros oponentes de Luke son menos comunes, como El gran duque, un visitante ruso al que Luke debe acompañar por motivos diplomáticos; o El emperador Smith, un ganadero riquísimo que se viste y actúa como Napoleón. En otras ocasiones, los relatos reúnen elementos habituales de los comportamientos en el Oeste: el desfiladero que atraviesa la caballería en Canyon Apache, con el militar marcado por la desaparición de su pequeño hijo; o El 7º de caballería, donde Luke interviene ante los indios engañados por malignos vendedores de armas y de alcohol, y quejosos de que los blancos han matado bisontes en su reserva…

El humor de Goscinny tiene muchos registros: en los nombres; en las fugaces apariciones de personajes históricos; en los anacronismos; en gags que se retoman de un álbum a otro: Luke debe hacer la respiración artificial a Ran Tan Plan cuando atraviesa un río sin saber nadar (Los Dalton van a México), y tiene que hacérsela de nuevo en un álbum posterior (Los Dalton van al Canadá); en ironías, como los cheyennes que fabrican miles de ejemplares de la auténtica manta de silla del general Custer (Cazador de recompensas); en toques psicológicos, como el análisis de la vanidad humana en los celos por los títulos nobiliarios que asigna el emperador Smith; en la exageración irónica de los rasgos típicos del héroe, como la legendaria rapidez de reflejos de Luke: «Pero, lo que son las cosas, un inocente rayo de sol hace brillar el cañón del revólver del cazarecompensas…» – «…y va a reflejarse sobre la insignia del herrero…» – «…la cual envía el rayo al otro lado de la calle, sobre el espejo de Giorgio Baldini, el barbero…» – «…ya sólo le queda al rayo de sol atravesar de nuevo la calle y hacer brillar una de las botas de Lucky Luke» (Cazador de recompensas).

Pero una marca de la casa de Goscinny son los gags basados en una mezcla medida de cualidades y defectos: la fidelidad estúpida de Ran Tan Plan alimenta muchísimas viñetas; otros personajes, de duración más corta, también están diseñados así, como el honrado y cerril coronel MacStraggle (El 7º de caballería). Esta clase de contraste se formula con seriedad en una ocasión: cuando Jolly Jumper conoce a los caballos de Jesse y sus compinches, afirma que son caballos sin personalidad; pero cuando huyen, el narrador afirma que «los bandidos tienen caballos sin personalidad, antipáticos incluso, pero rápidos, lo que prueba que hombres y bestias siempre poseen una cualidad escondida» (Jesse James).

Es difícil indicar un álbum que destaque sobre los demás, pues todos ellos tienen detalles excelentes y lo más significativo es la recreación de conjunto de los tipos y ambientes del Oeste pintados por el cine. Sin duda, el estilo de Morris va siendo cada vez más maduro con el paso del tiempo: tan eficaz y sencillo como claro y dinámico. Pero si hubiera que señalar alguno, mis preferencias se inclinarían por Jesse James o El hilo que canta, pero también podrían ocupar el primer puesto La diligencia o El pie tierno, álbum que contiene la única escena en la que se ve conmoverse al impasible Lucky Luke. Ya sin Goscinny, en los ochenta Morris sustituye la típica colilla en la boca de Luke por una brizna de hierba…

Un interesante álbum homenaje, con motivo del 70 aniversario del personaje, lo firmó el historietista francés Matthieu Bonhomme y lo tituló El hombre que mató a Lucky Luke [1].