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ALEXANDER, Lloyd Chudley

Las Crónicas de Prydain son una saga de literatura fantástica inspirada en relatos mitológicos germánicos y célticos, en especial la recopilación galesa titulada MABINOGION [1]. Es un mundo imaginario, con reminiscencias mágicas y ambiente paramedieval. En un clima optimista, con rasgos de humor y un estilo poético, Alexander exalta el valor, la alegría en las dificultades, la lealtad en la amistad. Sobresale su habilidad en la caracterización de los personajes: tanto Gurgi como el bardo Flewdur son inolvidables, así como la princesa Eilonwy, una chica que desprecia las actividades femeninas tradicionales…

Las semejanzas de las Crónicas de Prydain con El Señor de los anillos [2] son notorias: como Bilbo y Frodo, Taran se verá envuelto en aventuras que le superarán y se dará cuenta de que «a la mayoría de nosotros se nos llama a desempeñar tareas que se hallan mucho más allá de lo que nos creemos capaces de hacer. Nuestras capacidades rara vez están a la altura de nuestras aspiraciones y, a menudo, nos encontramos lamentablemente mal preparados para ellas». También como Bilbo y Frodo, Taran aprenderá que las decisiones han de ser tomadas por la sabiduría y no por el deseo de seguir los dictados del corazón y cómo, cuando se supera el desánimo, en el corazón florece de nuevo el coraje. Al final habrá sido un héroe no gracias a los encantamientos sino a través de su propia hombría.

Los cimientos del aprender

Taran podrá concluir felizmente sus aventuras gracias a consejeros sabios. En El Libro de los Tres, Taran será guiado por Coll —«los tres cimientos del aprender: ver mucho, estudiar mucho, sufrir mucho»—; por el viejo hechicero Dallben —«en ciertos casos aprendemos más buscando la respuesta a una pregunta y no hallándola que conociendo esa respuesta»—; y por Gwydion —«una vez que tienes el valor de mirar al mal cara a cara, de verlo por lo que realmente es y de darle su verdadero nombre, carece de poder sobre ti y puedes destruirlo»—.

En El caldero mágico, Taran combatirá bajo las órdenes de Adaon, un prudente guerrero: «La verdad está en las cosas (y no en los sueños) si eres capaz de entenderlas bien; […] estando entre aquellos a los que amas y rodeado por las cosas queridas ya vives la aventura…, sí, y también la belleza; […] hay más honor en un campo bien arado que en uno empapado de sangre».

El Castillo de Llyr comenzará con el traslado de la princesa Eilonwy a una isla lejana: «A cada uno de nosotros le llega el momento en el que debe ser más de lo que es», le dirá Dallben ante su resistencia. Coll indicará que «quizá lo que más valoramos sea lo que más nos cuesta comprender… no hay nada como el trabajo para hacer que un corazón turbado recobre la calma». Y Gwydion sentenciará: «Los destinos de los hombres están unidos entre sí, y darles la espalda a esos destinos es tan imposible como huir del propio».

En Taran el vagabundo, Taran irá descubriendo su propio interior…, y encontrará vergüenza cuando esperaba honor. Al contemplarse en el Espejo de Llunet con el temor de verse cobarde, descubrirá fuerza…, pero también debilidad, orgullo y vanidad, coraje y miedo; un poco de sabiduría, y muchos errores y locuras; buenas intenciones… de las que muchas no llegarán a convertirse en realidad. En definitiva, un hombre como cualquier otro. Y Annlaw el alfarero recibirá el agradecimiento de Taran al término de su viaje: «Tú me has enseñado que la vida es arcilla a la que debemos dar forma tal y como es moldeado el barro en el torno del alfarero».

Caminos que llevan a la sabiduría

En El Gran Rey, Taliesin será quien ayude a Taran a comprenderse mejor a sí mismo: «Aprender no es lo mismo que la sabiduría. Tu sabiduría quizá sea la más secreta de todas pues sabes sin saber, de la misma manera que el corazón sabe cómo ha de latir. Hay quienes deben aprender conociendo primero la pena, la desesperación y la pérdida, y de todos los caminos que llevan a la sabiduría ése es el más largo, y el más cruel. Quienes llegan al final de ese camino obtienen algo más que la sabiduría». Taran deberá ponerse al frente de su ejército y tomar decisiones comprometidas: no puede permitir que el miedo le ciegue impidiéndole ver la luz de la esperanza; debe distinguir cuál es el verdadero heroísmo —«hace mucho tiempo anhelé ser un héroe sin saber muy bien qué era un héroe»—; ha de defender la herencia del pasado —«la vida de la memoria es más larga que la de cuanto recuerda. ¿Qué ocurriría si se perdiese la memoria?»—. Cuando llega el momento de las despedidas, Gwydion hará notar a Taran que aún le falta por aprender la más dolorosa de todas las lecciones: de momento sólo ha vencido a los encantamientos del mal, y «ésa fue la más sencilla de tus tareas y fue sólo un comienzo, no un final».

Otro libro del autor: The First Two Lives of Lukas-Kasha. [3]