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PULLMAN, Philip

Pullman planifica con cuidado sus historias para conseguir narraciones fluidas. Usa capítulos cortos, crea personajes atractivos, y puede proponer al lector un argumento lineal, como en el caso de Lila y el secreto de los fuegos, o con alternancia de perspectivas como en ¡Yo era una rata!

En una historia clásica como la primera, centra en los principales personajes las cualidades que resalta la narración y deja los golpes de humor a cargo de los secundarios. Así, Lila es una heroína a la que repele la perspectiva que le anuncia su padre de llegar en el futuro al matrimonio, y que demuestra valor para seguir el propio camino y capacidad de sufrimiento cuando llega el momento de hacer frente a las dificultades. Enfrente, Chulak es un pícaro simpático que se arriesga en ayuda de su amiga, unido al elefante blanco Hamlet con sus pintadas en el lomo; en un segundo plano aparece una troupe de piratas que acaban siendo un grupo musical llamado Rambashi y sus Melody Boys.

En ¡Yo soy una rata! Pullman apoya su argumento en cuentos clásicos, como Cenicienta principalmente, pero toma elementos también de Oliver Twist [1], Pinocho [2], o más modernos como Stuart Little [3]. Muestra una capacidad para el sarcasmo semejante a la de un Roald DAHL [4], que usa para satirizar algunas actitudes personales y sociales. La historia se ve mejorada por unas ilustraciones a plumilla con acentos humorísticos que semejan grabados del XIX.

En lo que se refiere a los contenidos, podríamos entender Lila y los fuegos como un relato que nos habla de la necesidad del riesgo, de que resulta inevitable el sufrimiento y vencer el miedo cuando se quieren conseguir objetivos que merecen la pena. Y ver ¡Yo soy una rata! como un relato más de los que juegan a invertir algunos tópicos de cuentos tradicionales para ironizar contra el mal trato en la escuela o contra la manera en que se forma la opinión pública, o para intentar mover a la comprensión del extraño que se presenta en nuestra sociedad.

LA MATERIA OSCURA [5]

Además de la reseña extensa a la que se puede acceder siguiendo el enlace del título, un comentario corto acerca de la trilogía de teología-ficción de Pullman titulada LA MATERIA OSCURA (His Dark Materials), compuesta por Luces del Norte (Northern Lights, 1995), La daga (The Subtle Knife, 1997) y El catalejo lacado (The Amber Spyglass, 2000), con la que el autor ha obtenido un gran éxito de público, y numerosos elogios en los medios de comunicación.

El primer libro lo protagoniza Lyra Bellacqua, una chica del siglo XIX, el segundo Will Parry, un chico de Oxford del siglo XX, y en el tercero tiene particular relevancia Mary Malone, una ex monja católica. Es especialmente destacable la calidad del primero: son verdaderos logros su arranque, la descripción de un Oxford decimonónico alternativo, el personaje de Lyra, la creación de unos seres llamados «daimonions».

Los tres están bien escritos y son ambiciosos, en extensión, en riqueza de personajes, en variedad argumental y en el calado de sus ideas de fondo. Con ellos el autor ha pretendido redactar una obra que podríamos llamar de propaganda anticristiana: Eva, Adán y el Tentador serían los protagonistas de cada una de las historias. Entre otras cosas, se ha propuesto mostrar en ellos que la sabiduría se adquiere sólo después de haber perdido la inocencia, y presenta la tentación y la caída original no como el origen de las desgracias que afligen al hombre sino como el principio de la libertad humana. En consecuencia, subraya que tales hechos no deben ser vistos como un mal sino como un motivo de celebración, ni el Tentador como un ser malvado sino como un ser que nos hace más sabios.

Dejando aparte la clara intención de adoctrinamiento, lo cierto es que para los lectores jóvenes ha complicado en exceso su trama narrativa, que su agresividad contra las iglesias e ideas cristianas tiene acentos grotescos [6], y que sus argumentaciones no tienen la coherente solidez ni la claridad de los modelos en los que se inspira negativamente: C. S. LEWIS [7] y de J. R. R. TOLKIEN. [8]