En Madrechillona, con acuarelas de apariencia sencilla pero compuestas con destreza, la ilustradora compone una historia que deberían leer los padres gritones: es un buen ejemplo de álbum educativo para… mayores, porque a un niño no le resuelve nada ni seguramente le atraiga la historia (salvo quizá si sufre tal situación), pero a un adulto sí le hará pensar.
Por el contrario, El ángel del abuelo sí es una historia excelente para primeros lectores y para todos. Dentro del estilo expresionista tan habitual en muchísimos álbumes, aquí las acuarelas tienen un aire parecido a las de Jean Sempé [1] para El pequeño Nicolás [2], sin tanta chispa pero con encanto y mucha gracia. Es realmente simpático el ángel picassiano, también deudor de la película de Win Wenders El ángel sobre Berlín. La historia está muy bien desarrollada, recurriendo gráficamente a los cortes en sección para explicar mejor algunas cosas, y usando un punto de vista que resulta un acierto pleno: al ser el relato de un niño sobre lo que le ha contado su abuelo, y añadirle por tanto su propia visión de las cosas, deja de ser el típico cuento de abuelo sobre sus batallitas y pulsa mejor el resorte de la conexión con el lector niño.
Otros álbumes: Bona Nox [3]; Selma [4]; Sencillamente tú [4], con texto de Heinz Janisch [5]; Una pequeña casa en el bosque [6]; ¿Te acuerdas? [7], con texto de Zoran Drevenkar.