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KNOWLES, John

Relato colegial con acentos autobiográficos, en rasgos personales y en la descripción de los escenarios. El autor era un chico del sur que pasó los años 42 y 43 en un selecto colegio del norte; se basó en algunas cualidades de compañeros de allí para la caracterización de sus personajes; durante su estancia sucedió la muerte de un chico en circunstancias parecidas a las de la novela.

Algunos críticos han puesto Una paz solo nuestra en paralelo con obras escritas poco antes en la misma década como El guardián entre el centeno [1] y El señor de las moscas [2]: como ellas, tiene protagonistas jóvenes cuyos problemas, al menos en parte, se derivan de la educación que han recibido y de la situación del mundo que les rodea; como ellas, no fue pensada para jóvenes pero alcanzó enseguida el estatus de novela juvenil que marcó un antes y un después. Aunque Knowles no tiene la categoría literaria de SALINGER [3] o GOLDING [4], sin duda escribe bien y toca muchas teclas con acierto.

La trama integra de modo coherente algunos elementos habituales en novelas semejantes: amistad juvenil entre dos personalidades muy contrastadas; el atractivo de un protagonista con cualidades deportivas fuera de lo común y «el perfecto encanto de un colegial»; los juegos propios de jóvenes que a veces rompen las reglas establecidas y que constituyen un club al que se accede a través del tonto y peligroso rito de saltar al agua desde un árbol; un amenazante futuro a la espera…

Lo que comunica su mayor atractivo y valor a la novela es el filtro con el que se nos cuenta todo: pronto queda claro que quien narra no es completamente fiable, que le cuesta reconocer las cosas como realmente fueron, que tanto él como quienes le rodean se autoengañan. El lector ve que Gene busca justificaciones, que Finny no quiere aceptar la realidad, que Leper se alista sin saber lo que le aguarda, que Brinker actúa justicieramente pero su valor real deja que desear, que la madre de Leper y el padre de Brinker se confunden respecto a sus hijos y a Gene… Y concluye que la memoria distorsiona nuestros recuerdos, que no hay modo de acallar la conciencia y la culpa, que nuestro conocimiento de los demás es muy superficial, que no es cierto el tópico de la inocencia de la juventud… Pero, sobre todo, comprende que la verdadera guerra está dentro del corazón, que la maldad nace del interior del hombre.