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GARCÍA DOMÍNGUEZ, Ramón

El autor tiene «oído» para reproducir los modos de hablar de los lectores pequeños y su principal preocupación es la de conectar directamente con ellos para involucrarles en su relato. En Cinco cuentos para uoiear, donde se dirige a los lectores más pequeños con un vocabulario sencillo y el recurso propio de las narraciones orales de apelar continuamente a los lectores-oyentes —«¿qué os parece este final?», «¿recordáis lo que os dije al principio?»…—, pero sabe hacerlo de modo sobresaliente, sin caer en ninguna clase de infantilismo y sin renunciar a proponerles juegos ortográficos y de ingenio que les llevarán más allá del libro.

En Brandabarbarán, como se ve, abundan las referencias a obras del siglo de oro español, pero también las hay a mitos clásicos y no faltan otras a VERNE [1] y Alicia [2] y sus particulares viajes al centro de la tierra. En el texto van en cursiva los párrafos tomados literalmente del Quijote, además de los numerosos refranes que usa Sancho.

Pero también aquí la narración va y viene adelante y atrás, los diálogos son vivos, el vocabulario es rico y son frecuentes los juegos de palabras, en este caso debido a confusiones en las que suele caer Sanchico. Resulta graciosa y reveladora la mezcla de un lenguaje coloquial de hoy —apelativos como tío, capullo, tronco, colega…; palabras como chungo, longuis, mola mogollón, alucine, pasada, colocón, puntazo…—, con expresiones cien por cien clásicas. Y, además de las frases impropias de la época, como un «mola mogollón» o un «O.K. sonoro y a dúo» de Rinconete y Cortadillo (donde tal vez habría encajado mejor un buen «Vale»), también dan sabor particular al texto los anacronismos: Alonsico sueña con que si un día será informático y una vez imagina que ve un Boeing 747 entre las nubes; el narrador presenta la pandilla de Ginés de Pasamonte como «unos “skinheads” y unos bulleros», hace una referencia a «la imaginación al poder», comenta que «una música triunfal –igual que en las películas, moderno lector— sonaba por los horizontes y los cielos de la ancha Mancha»…

A los lectores adultos a quienes les cueste aceptar las palabras de argot o ciertas bromas en el contexto de una obra como El Quijote, y a la objeción de que una buena parte de las obras literarias a las que hay referencias en Brandabarbarán requieren una madurez lectora bastante superior a la del mismo texto, se les puede indicar que algunos libros, como este, deben medirse por su eficacia entre los lectores jóvenes y por su capacidad de actuar como un buen puente hacia otras lecturas.

En otro nivel, no creo que Cervantes diera por bueno el comentario del abuelo Roque al pequeño Alonso diciéndole que «lo más importante en la vida de cada hombre es llegar a ser lo que sueña ser», una propuesta un tanto Disney (se puede recordar a Cenicienta cantando: «Have faith in your dreams and someday […] the dream that you wish will come true»). Y así como podría estar de acuerdo con que «un ideal en la vida es lo más importante que puede y debe tener un hombre», y que para tener un ideal hay que mirar con los ojos del alma, creo que discreparía si a continuación se identifica tener un ideal con «aprender a tener fantasía».

Debe añadirse, además, que las acuarelas que ilustran el texto son excelentes: recrean escenarios, realzan la historia, añaden sugerencias poéticas.

Otro libro: El niño gol [3].