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En casa

En casa se ambienta en Gilead, Iowa, en 1957, y cuenta los mismos sucesos que la novela previa [1] pero en tercera persona y desde la perspectiva de Glory Boughton. Glory, la hija pequeña del pastor presbiteriano, ha vuelto a su casa familiar, cuando tiene 38 años, para cuidar de su anciano padre, a quien le queda poco tiempo de vida. Una vez allí, recibe la noticia de que, después de veinte años sin saber nada de él, vuelve Jack, el hijo más querido de su padre a pesar de, o precisamente debido a, su pasado turbulento. En las semanas que Jack está con ellos, Glory termina por establecer una relación de confianza con su hermano, que nunca tuvo, y que conduce a que ambos acaben contándose sus vidas pasadas.

Las dos novelas pueden leerse en cualquier orden aunque la lectura de una dé noticias al lector sobre los episodios que vendrán en la segunda novela que lea y sobre algunos aspectos del pasado de los personajes que siguen ocultos para los demás actores de la historia. Sin embargo, precisamente la fuerza de cada novela y el interés de leer las dos está en ver cómo las emociones en conflicto son distintas según desde donde se vean las cosas: quizá lo mejor sea considerarlas una sola novela. Una diferencia entre ambas está en que mientras Gilead abarca cuatro generaciones —la del abuelo y la del padre del narrador, la del narrador y su amigo Boughton, y la de los hijos de Boughton—, En casa se centra sólo en esta última. Otra diferencia es que tal vez En casa pone más en primer plano el racismo de fondo que afecta incluso a gente tan dispuesta a la comprensión como los pastores Ames y Bouhton.

Además, Gilead es un libro con más consideraciones de tipo religioso, pues es un pastor quien habla, por lo que buena parte de sus pensamientos y conversaciones tienen que ver con los sermones que predica, aunque son cuestiones que también abundan en En casa. Al respecto parece importante apuntar que la escritora fue educada como presbiteriana pero se hizo más tarde congregacionalista, por lo que conoce bien y admira las ideas de Calvino, y, a veces, predica en su iglesia de Iowa. Esto también quiere decir que los prejuicios y los conocimientos (o no-conocimientos) de tipo religioso que tengan los lectores pueden condicionar su lectura. El narrador de Gilead lo sabe: cuando una vez se deja llevar por ciertos pensamientos advierte al lector que, «teológicamente, se trata de un concepto por completo inaceptable. Me ha venido la idea a la cabeza, eso es todo. Pido disculpas por ello».

Una idea de fondo que ambas novelas subrayan es que no está claro que comprender sea perdonar y afirman que, más bien, perdonar es comprender: recuerda Glory que su padre le decía que «si perdonas tal vez todavía no comprendas, pero estarás abierto a comprender y ésa es una postura de gracia». Ahora bien, el hijo pródigo que representa Jack tiene un fondo poderoso de honradez interior: en Gilead dice de sí mismo a John Ames que el suyo era «un estado de categórica incredulidad. Ni siquiera creo en la no existencia de Dios, vea lo que le digo».

Marilynne Robinson [2]. En casa (Home, 2008). Barcelona: Galaxia Gutenberg y Círculo de lectores, 2012; 367 pp.; trad. de Hernán Sabaté y Montserrat Gurguí; ISBN: 978-84-8109-963-8, 978-84-672-4864-7. [Vista del libro en amazon.es [3]]