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Los dibujos de los niños

Es sabido que poner en paralelo las pinturas primitivas y las de los niños es algo equivocado por más que sus autores, en los dos casos, usen métodos conceptuales. Señala E. H. Gombrich que mientras «la mayoría de las formas del arte autóctono están sumamente controladas», «el arte infantil es espontáneo, despreocupado, incluso chapucero, sobre todo desde que las escuelas modernas fomentan justamente la inventiva y la originalidad a costa de la destreza manual».

Pero, además, si consideramos cómo la función de una imagen puede influir sobre su forma, «el arte de los niños de nuestra época es el más impuro de los ejemplos. Los motivos y los fines por los que los niños dibujan son muy variados. Crecen en nuestro mundo, donde la imagen ha asumido ya sus múltiples funciones: retratar, ilustrar, decorar, seducir, expresar emoción. Nuestros niños conocen libros ilustrados y revistas, el cine y la televisión, y las pinturas que hacen reflejan esta experiencia de muchas maneras que el psicólogo infantil no percibe. En un “test de mosaico” se dio una nota alta a un niño que usó sus formas geométricas para representar a un zorro, visto desde atrás, al acecho de algo que tenía enfrente. No cabe duda de que la solución era ingeniosa y la nota bien merecida, pero es de lo más inverosímil que aquel niño viera jamás un zorro en tal posición. Debió de haber estado mirando libros ilustrados, y uno de ellos pudo ofrecerle un esquema acabado y adecuado para la adaptación por medio del mosaico. Los niños hacen tales pinturas por divertirse, por exhibirse, o porque sus madres no les dejan armar ruido. Continuamente, absorben y adaptan los criterios y esquemas del mundo de los mayores, aunque no todos ellos dispongan de teorías tan elaboradas como cierto hijo de un filósofo alemán que, cuando tenía cuatro años, contestaba a preguntas sobre sus dibujos: “¿Qué es esto?” “Un barco”. “¿Y este garabato?”. “Esto es arte”. La aprobación que los mayores otorgan a esa “actividad creadora” convence pronto al niño de que es más prudente tener malicia sobre el papel que en la vida real. Pero la misma idea de esta licencia presupone la creencia de que el arte es un consuelo de tontos, de país de Jauja, un reino de fantasmas donde damos rienda suelta a los sueños, o sea, la creencia contra la que Platón elevaba su protesta».

E. H. Gombrich. El primer párrafo pertenece a «Lo primitivo y su valor en el arte» (1979), Gombrich esencial – Textos escogidos sobre arte y cultura (The Essential Gombrich, 1996). Edición de Richard Woodfield. Madrid: Debate, 1997; 624 pp.; traducciones de los artículos, de muchos autores; ISBN: 84-8306-066-3.
El siguiente está en Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica (Art and Illusion. A Study in the Psicology of Pictorial Representation, 1959). Madrid: Debate, 1997; 386 pp.; trad. de Gabriel Ferrer; ISBN: 84-8306-087-6.