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El fin de la tierra: Fuego en las entrañas

Fuego en las entrañas, relato con iguales cualidades y organización que las de Cuerpo a cuerpo [1], continuúa el diario de Talbot hasta la llegada del barco a Australia y tiene unas últimas páginas con su establecimiento allí. Durante lo que queda de travesía el barco parece a punto de incendiarse del todo debido al arreglo que se había hecho tiempo atrás, continúa la rivalidad entre los dos segundos de a bordo, y, sobre todo, progresa la maduración de Talbot en distintos terrenos: crece su amor por la señorita Chumley, mejora su relación con el capitán Anderson, aumenta su admiración por Prettiman.

No es necesario insistir en la excelencia de la escritura y en que abundan los detalles náuticos. Los significados brotan de modo natural del incidente más importante: bajo la superficie de vidas más o menos tranquilas están ardiendo fuegos ocultos que asoman inesperadamente y que pueden arrasarlo todo. El dramatismo de los hechos también propicia diálogos sobre Dios, no especialmente profundos pero de interés: cuando Talbot dice que contemplar su reloj no le hace pensar en el relojero, su interlocutor le calla con una obviedad: «existe una diferencia entre el cielo y un reloj de bolsillo».

Talbot sigue su particular viaje de autodescubrimiento, sobre todo gracias a los diálogos con el señor Prettiman. Por ejemplo, en uno le hace ver que «inició usted su viaje con la objetividad de la ignorancia y lo termina con la subjetividad del conocimiento» y, cuando Talbot le indica «conozco mi sociedad, he vivido en ella», y a la pregunta de Prettiman de si los jornaleros de su padre duermen en camas, Talbot responde que «están acostumbrados al suelo, no sabrían que hacer con una cama», Prettiman no duda en contestarle un contundente «no sabe usted nada» y de aclararle que el orden establecido es perverso.

Es interesante señalar que Golding mantiene a sus personajes dentro de su propia época y, así, no intenta convertir a Prettiman en un ejemplo de ciudadano cosmopolita: lo vemos cuando le dice a Talbot, sobre el francés, que «no hable usted despectivamente de un idioma sólo porque conozca otro superior». En fin, al final de su viaje, Talbot asegura que no hace suya la frase mi patria con razón o sin ella pues piensa que conoce bien los defectos de su patria, pero, continúa, «en lo más hondo de mi corazón resuena ahora, y seguirá resonando hasta el día de mi muerte: “¡Inglaterra siempre!”».

William Golding [2]. Fuego en las entrañas (Fire Down Below, 1989). Madrid: Alianza, 1992; 291 pp.; col. Alianza tres; trad. de Fernando Santos Fontenla; ISBN: 84-206-3264-3. Nueva edición en 2011; 352 pp.; col. El Libro De Bolsillo, Biblioteca Golding; ISBN: 978-8420650845.