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El fin de la tierra: Cuerpo a cuerpo

En Cuerpo a cuerpo, Talbot continúa el diario que comenzó en Ritos de paso [1], pero ya con la intención de que sea para él mismo y no para su padrino. También por eso su construcción es distinta y, en vez de contar las cosas día por día, los capítulos terminan en puntos críticos para estimular la lectura. El argumento es que, debido a un error grave durante unos trabajos de mantenimiento, el buque sufre una importante avería. Encuentran en alta mar a otro barco inglés, que les de la noticia de que Napoleón ha sido derrotado y exiliado a Elba, y que les ayuda. Talbot conoce a una chica joven que viaja en aquel barco, con el capitán y su mujer, y cae rendidamente enamorado. Luego, ambos barcos tienen que separarse y continuar su camino, no sin antes intercambiar sus respectivos segundos oficiales. Al final de la novela no se sabe si el barco podrá o no aguantar el resto de la travesía.

El relato tiene situaciones magníficamente descritas, como la de la expectación antes de un posible combate o algunos momentos críticos para el barco. Es destacable, también, cómo va en aumento el clima de inquietud, y de cierta desesperación, entre los pasajeros y la marinería. Debido a las nuevas circunstancias entran en escena personas que trabajan en el barco pero que habían pasado inadvertidas en la primera novela y se va completando lo que toda la historia tiene de gran cuadro de costumbres. Los diálogos entre personajes abarcan toda clase de temas —por ejemplo, hay discusiones despectivas sobre las posibilidades de los barcos de vapor frente a los barcos de vela…— y en ellos se aclaran más algunos sucesos que ocurrieron en la primera historia. También tiene lugar otro suicidio.

Dentro de la trilogía, considerada como una «novela de maduración», esta segunda parte es la que contiene más cambios interiores del protagonista, también porque, dado que las circunstancias permiten a todos un contacto más estrecho con Talbot, algunos se atreven a decirle cosas impensables. Así, el artillero Askew un día le espeta: «algún día será un hombre, me dije, si no le mata nadie. Sólo que usted no sabe nada de nada, ¿verdad?». O el teniente Benét, el nuevo segundo oficial, le dice: «esta travesía lo va a dejar hecho un hombre, señor Talbot. Hay momentos en que incluso advierto en usted claros indicios de humanidad, como si fuera usted un tipo corriente, igual que todos los demás».

Hay una especie de viaje a las profundidades, del barco y del alma humana. Es más explícita, dentro de la elegancia del estilo y de la contención del narrador, la mención de comportamientos homosexuales. Algunos pasajeros cambian, para mejor, respecto a lo que se podría esperar después del primer relato: en especial adquiere fuerza el señor Prettiman, un ilustrado convencido que pasa de ser un tanto ridículo a ser un idealista que dará repetidas lecciones a Talbot. El cambio de foco, tan habitual en Golding, viene dado aquí sobre todo por este giro en el modo de ver las cosas que ni el lector de la primera novela ni el mismo Talbot sospechaban. Este piensa y escribe que «la vida debería servir su banquete de experiencias en una lenta serie de platos. Deberíamos tener tiempo para asimilar, por no decir digerir, uno antes de atacar el siguiente. Deberíamos disponer de pausas, no tanto para la contemplación como para el descanso. Sin embargo, la vida no actúa de forma tan razonable, sino que amontona juntos todos sus platos, a veces dos, tres, o lo que parece ser toda la comida en un solo plato».

William Golding [2]. Cuerpo a cuerpo (Close Quarters, 1987). Madrid: Alianza, 1989; 235 pp.; col. Alianza tres; trad. de Fernando Santos Fontela; ISBN: 84-206-3243-0. Otra edición en 2011; 320 pp.; col. El Libro De Bolsillo, Biblioteca Golding; ISBN: 978-8420650838.