- Bienvenidos a la fiesta - https://bienvenidosalafiesta.com -

La originalidad de la poesía

Algunas observaciones de Chesterton [1] acerca de los temas habituales de la poesía y de las dificultades de algunos para entender a los poetas:

—«La poesía trata de cosas primarias y convencionales: el hambre de pan, el amor a la mujer, el amor a los niños, el deseo de una vida inmortal. Si los hombres tuviesen de veras sentimientos nuevos la poesía no podría tratarlos. (…) La poesía sólo puede expresar lo que es original en un sentido: el sentido en que hablamos del pecado original. Es original no en el despreciable sentido de ser nuevo sino en el sentido más hondo de ser viejo: es original en el sentido de que trata de orígenes». (Robert Browning [2])

—«La ciencia presume de la distancia a la que están las estrellas; de la tremenda lejanía de las cosas de las cuales tiene que hablar. Pero la poesía y la religión siempre insisten en la proximidad, en la casi amenazante cercanía de las cosas que a ellas les preocupan. Siempre el Reino de los Cielos está “a mano”; y para llegar a la tierra del Espejo basta sólo con atravesarlo». («Vislumbre de mi país», Enormes minucias [3])

—Los grandes poetas usan el telescopio y también el microscopio. Los grandes poetas son oscuros por dos razones opuestas: una, porque hablan de algo demasiado grande para ser entendido, y otra porque hablan de algo demasiado pequeño para ser visto. Francis Thompson [4] poseía las dos infinitudes. Escapaba por ser demasiado pequeño, como escapa el microbio; o escapaba por ser demasiado grande, como escapa el universo. («A Dead Poet», All Things considered [5])

—El lógico tiene dificultades para comprender la poesía. «Cree comprender la palabra “visible” y halla luego que Milton la aplica a la oscuridad, en la que nada es visible. Supone haber entendido la palabra “ocultar” y se encuentra con que Shelley habla de un poeta oculto en la luz. Tiene motivos para creer que entiende la vulgar palabra “colgado” y entonces Shakespeare le asegura seriamente que las crestas de las altas olas marinas colgaban con ensordecedor estruendo de las nubes». (George Bernard Shaw [6])