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Aprender a describir

Explica Chesterton [1] que un truco propio de la literatura sentimental es el de describir detalles tales como el de los ojos de la chica la primera vez que él la vio (a una distancia enorme, por cierto), el de mencionar el encanto de rasgos que nadie sabe muy bien qué significan como «el andar ligero»… Sin embargo, los grandes escritores actúan de otra manera: «Dante, al ver a su dama en las alturas, se sintió como un monstruo legendario que, al probar una comida extraña, se había convertido en un dios. Y Homero, que se contentó con dejarnos escuchar las quejas de los troyanos contra la causa de la guerra de Troya, y después el gran silencio, lleno de luz y comprensión, que se abatió sobre ellos cuando Helena se asomó a la muralla».

G. K. Chesterton. «Las convenciones de la novela», Correr tras el propio sombrero [2] (On Lying in Bed and Other Essays). Barcelona: El Acantilado, 2005; 628 pp.; selección y prólogo de Alberto Manguel; trad. de Miguel Temprano García; ISBN: 84-96489-27-2. El artículo original está en All I Survey [3].