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Esclavos del sentimentalismo

Chesterton [1]: De alguien decimos que se deja llevar por el sentimentalismo cuando es un esclavo de asociaciones mentales y no sabe aplicar principios e ideas coherentes a las distintas situaciones de la vida, cuando se deja llevar por un favoritismo inconsciente y por prejuicios frívolos. Es el caso de quien dice que los juramentos de un obrero son una profanidad y una indecencia, pero los de un hombre poderoso pertenecen a su vida privada; o el de quien sostiene con firmeza que los ladronzuelos han de ser duramente castigados pero no afirma lo mismo de los especuladores. Es el caso de quien cierra sus ojos a la fealdad, no el que mira la fealdad a la cara y la llama por su nombre. Es el caso de algunos tipos de anarquistas: del plutócrata, a quien le gusta la anarquía porque en la anarquía el orgulloso y el codicioso siempre ocupa la cima; del que se tiene a sí mismo por un idealista superior, también porque así no está obligado a someterse a la autoridad de nadie, ni siquiera a la autoridad de sí mismo cinco minutos antes; del capitalista al que no le gusta la ley y la llama socialismo; o del cascarrabias al que tampoco le gusta y la llama dogma. En definitiva, están dominados por el sentimentalismo aquellos a los que no les gusta la idea de cualquier regla inteligible que se pueda aplicar por igual a todos los casos.

G. K. Chesterton. «Moral Principles and the Law», Illustrated London News, artículo del 23 de marzo de 1912, Collected Works, volume XXIX [2], versión mía.