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Un sistema fundado en la mentira

En Algunos sumandos de la crisis [1] cité a Chéjov [2] para señalar el daño que causa la mentalidad de partido en el mundo literario, algo que podemos aplicar también al daño que causa en la vida política y en las relaciones sociales.

En relación a esta cuestión, Chesterton [3] habló muchas veces de que vivimos en un simulacro de democracia pues al ciudadano normal nunca se le permite nada más que elegir entre una política y otra: puede decidir sólo cómo votará y no qué cosas vota. Esto se debe a que la clase poderosa que nos gobierna —la que mueve los hilos de los políticos marionetas— elige dos cursos de acción, ambos seguros para ella, y parece conceder a la gente la satisfacción de poder elegir un rumbo u otro: es como el amo que toma dos cosas que no le importaría escoger con los ojos cerrados y luego, como una gran broma, permite a sus esclavos que escojan una u otra. («The Voter and the Two Voices», A Miscellany of Men [4])

Pero el daño mayor que hace a la sociedad una vida política dominada por el actual sistema de partidos, decía, es que inculca en los ciudadanos, ya desde la escuela, el desprecio a la verdad: «Si alguien tiene la más pequeña duda del desprecio hacia la verdad en los colegios puede disiparla completamente con una sencilla pregunta. ¿Puede alguien creer realmente que ver y decir la verdad completa es uno de los ideales de la clase gobernante de Inglaterra, y que puede existir tal cosa con el sistema inglés de partidos? El sistema de partidos inglés está fundado sobre la base de que decir la verdad completa no importa. Está fundado en el principio de que media verdad es mejor que ninguna política. Nuestro sistema deliberadamente convierte a una multitud de hombres, que podían ser imparciales, en partidarios irracionales. Enseña a algunos hombres a decir mentiras y enseña a todos los demás a creerlas. (…) Convierte una habitación llena de ciudadanos en una habitación llena de abogados. Sé que todo esto tiene sus encantos y sus virtudes, como la lucha y el compañerismo; y que tiene también el encanto y las virtudes del juego. Pero esto sería una imposibilidad absoluta en una nación que creyese en la importancia de decir la verdad». («The Boy», All Things considered [5])

Se pueden considerar notas sobre lo mismo, no chestertonianas, las de Puñado de sandios [6], Un servicio a la verdad… [7], Los políticos y la sinceridad [8].