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Lectores despiertos

Gómez Dávila [1] decía que es «inútil explicarle una idea al que no le basta una alusión». Y Borges, más explícitamente, lo dice así: «Cuando escribo, no pienso en el lector (porque el lector es un personaje imaginario) ni pienso en mí (quizá porque yo también soy un personaje imaginario), sino que pienso en lo que quiero transmitir y hago cuanto puedo para no malograrlo. Cuando yo era joven creía en la expresión. Había leído a Croce, y la lectura de Croce no me hizo ningún bien. Yo quería expresarlo todo. Pensaba, por ejemplo, que, si necesitaba un atardecer, podía encontrar la palabra exacta para un atardecer; o, mejor, la metáfora más sorprendente. Ahora he llegado a la conclusión (y esta conclusión puede parecer triste) de que ya no creo en la expresión. Sólo creo en la alusión. Después de todo, ¿qué son las palabras? Las palabras son símbolos para recuerdos compartidos. Si yo uso una palabra, ustedes deben tener alguna experiencia de lo que representa esa palabra. Si no, la palabra no significará nada para ustedes. Pienso que sólo podemos aludir, sólo podemos intentar que el lector imagine. Al lector, si es lo bastante despierto, puede bastarle nuestra simple alusión».

Jorge Luis Borges. «Credo de poeta», en Arte poética. Seis conferencias (This Craft or verse, conferencias pronunciadas en 1967). Barcelona: Crítica, 2005; 181 pp.; col. Biblioteca de bolsillo; trad. de Justo Navarro; prólogo de Pere Gimferrer; edición, notas y epílogo de Calin-Andrei Mihailescu; ISBN: 84-8432-603-9.