Después de Dioses y generales [1], Jeff Shaara escribió El último aliento, para tratar de los dos últimos años de la Guerra de Secesión. Los personajes principales vuelven a ser Lee por el Sur y Chamberlain por el Norte; pero, sobre todo, aparece y ocupa un lugar central el nuevo comandante en jefe del Norte: Ulysses S. Grant, a quien, después de haber llevado a la victoria a la Unión en el frente del Oeste, Lincoln pone al frente de todo el ejército. La novela pondrá de manifiesto las dotes de mando de Grant, así como su sentido común y su capacidad de aprovechar bien la enorme superioridad numérica de su ejército frente al de Lee.
La historia termina con la rendición de Lee ante Grant en Appomattox, el 9 de abril de 1865, escena que se cuenta en unas páginas memorables, y cuando, pocos días después, el 14 de abril, a Grant le dan la noticia del asesinato de Lincoln. Luego hay una última sección con capítulos sobre Lee, Grant y Chamberlain, unos años después de la Guerra, poco antes de que cada uno fallezca. En un epílogo se dan los datos relativos a todos los demás personajes citados en la narración.
El autor se ha apoyado en relatos de memorias de muchos de los protagonistas y eso da viveza a la narración. Es un acierto que centre su novela en personajes que resultan atractivos por sus intentos de comportarse caballerosamente —como Lee, Chamberlain y Grant—, y por sus sufrimientos interiores ante las consecuencias de las decisiones que han de tomar. En una conversación con su mujer, Grant, un hombre del que se dice que no alardeaba nunca, habla de que es consciente de que parte de su trabajo era «dejar viudas»; pensamiento que combatía intentando no prestarle atención y limitándose a «seguir avanzando».
Está bien recogido que Lee o Grant saben que ha cambiado la naturaleza de la guerra, y no sólo porque según avanzó fueron cambiando las tácticas de combate y tuvieron que recurrir a las trincheras que al principio no existían, sino porque, aunque siempre habían pensado que en las guerras nunca se debería herir a civiles inocentes, también reflexionan que ya no se sabe cuál es el límite. Ahora ven que tanto quien trabaja en la fábrica de municiones como quien cultiva alimentos apoyan la capacidad de librar una guerra, por lo que, para que la guerra termine, no puede haber quienes vivan sin que la guerra les afecte.
A través de Chamberlain sobre todo, la novela pone de manifiesto cómo algunos oficiales se daban cuenta de que los hombres que tenían enfrente eran sus hermanos y que, al terminar la guerra, debían construir juntos el futuro del país; a eso conducen también las pocas intervenciones de Lincoln en el relato. De Grant se cuenta cómo cortó de cuajo los cañonazos que su ejército empezó a disparar para festejar el triunfo, justo después de la rendición del sur: «Esto no es una celebración. No hay dignidad ni honor en la humillación».
Jeff Shaara. El último aliento (The Last Full Measure: A Novel of the Civil War, 2000). Madrid: Bibliópolis, 2015; 541 pp.; col. Biblopolis Historica; trad. de Manuel de los Reyes; ISBN: 978-84-15157-11-3. [Vista del libro en amazon.es [2]]