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Alarmas y digresiones (1910)

Alarmas y digresiones contiene treinta y nueve artículos que Chesterton [1] publicó en el Daily News. Tres han sido publicados en Fábulas y Cuentos [2]: «Las tres edades» (que se corresponde con «Acerca de las gárgolas» en la edición que menciono, y con el título inglés original «On Gargoyles»), «Cómo encontré al Superhombre» y «El arco largo» (título que corresponde al inglés original, «The Long Bow», y que en Fábulas y Cuentos se titula «La prolongada ceremonia»…).

En el introductorio, «Acerca de las gárgolas», cuenta una historia que viene a ser como una especie de gran historia del arte a grandes trazos y, en ese contexto, presenta el libro como unos «fragmentos de fútil periodismo que aquí colecciono como restos de un naufragio» y equipara su trabajo con el de quien esculpe gárgolas para una catedral. En su caso porque, dice, no sabe hacer otra cosa y tiene que dejar para otros los ángeles y los arcos y las agujas, aunque sepa bien cuál es el estilo arquitectónico y, naturalmente, cuál es el destino final de la catedral en cuya construcción colabora.

Varios textos sacan partido humorístico a la circunstancia de que acababa de dejar Londres para trasladarse a vivir al campo. Es el caso de «La rendición de un cockney», donde Chesterton indica sus preferencias por Londres frente al campo, pero señala que se rinde (ante su mujer, a la que no menciona) y cambia su residencia para vivir en Battersea; en ese marco, como ejemplo de la «superioridad» de lo urbano frente a lo rural apunta que llamar «nabo» a un hombre puede ser divertido pero no respetuoso, mientras que para elogiar su firmeza y rectitud usamos «la más noble metáfora cockney» y le llamamos «ladrillo».

No hay, en esta colección de artículos, ninguno que trate directamente de autores u obras literarias, pero sí hay varios sobre cuestiones anejas. Así, acerca de los cuentos de miedo, en «La pesadilla» explica que, para disfrutarlos, la salud mental del lector es esencial pues si alguien cuerdo puede tontear con la locura, a quien está enfermo no se le puede permitir jugar con la cordura; en otros lugares hablará de que «sólo la cordura es la que puede ver en la locura incluso una violenta poesía» («La abuela del dragón», Enormes minucias [3]). O, en «Las tres clases de hombres», —un artículo que comento en Criterios para la elección de los buenos libros [4]—, habla de que los poetas son aquellos hombres que comparten los sentimientos populares más genuinos y pueden expresarlos de tal manera que parecen ser las cosas extrañas y delicadas que en realidad son, y, al hacerlo así, hacen que el pueblo se sienta sabio.

Ese último artículo se puede alinear con otros que salen en defensa de la gente común, como «La ciudad roja»: «Es estúpido decir que la mayoría de la gente es estúpida. Es como decir que la mayoría de la gente es alta, cuando es obvio que alto puede sólo significar más alto que la mayoría de la gente. Es absurdo denunciar que la mayoría de la humanidad está por debajo del promedio de la humanidad». De modo parecido, en «La filosofía del curioseo» se rechaza el esnobismo del gusto que se aprecia en quienes sólo no saben ver el fondo de las cosas, en quienes si conocieran a Simon de Montfort sólo se darían cuenta de su acento francés o si vieran a Nelson sólo apreciarían que le falta un brazo.

«Simmons y el nexo social» es uno de los muchos textos de Chesterton que resulta luminoso para comprender mejor la mente juvenil: «Los muchachos, como los perros, tienen una especie de ritual romántico que no constituye siempre su yo verdadero. Y ese ritual romántico es, por lo general, el ritual de no ser romántico; la pretensión de ser mucho más masculinos y materialistas de lo que son. En su yo profundo los muchachos son muy sentimentales. La cosa más sentimental en el mundo es ocultar sus propios sentimientos haciendo demasiado caso de ellos. El estoicismo es el producto más directo del sentimentalismo; y los escolares son individualmente sentimentales pero colectivamente estoicos».

Da idea de la imaginación efervescente de Chesterton «La gloria del gris», que comienza con un comentario acerca de que los pintores ingleses son los mejores para pintar el Tiempo y deriva hacia un elogio del gris como el color con más posibilidades de todos. «El triunfo del asno» trata uno de sus temas recurrentes: el de la perspectiva, el de cómo nos confundimos una y otra vez al pensar que lo pequeño es grande y lo grande pequeño, que lo serio es cómico y lo cómico serio. Y el artículo sobre «La rueda» —«un animal que siempre está de pie sobre su cabeza; solamente que lo hace tan rápido que ningún filósofo ha podido jamás averiguar cuál es su cabeza»—, ejemplifica la extraordinaria capacidad de observación de Chesterton para detectar y para sacar provecho de las paradojas: la rueda es «la sublime paradoja», pues una de sus partes está siempre yendo hacia delante mientras la otra lo hace hacia atrás, y por eso su condición es semejante a la del alma humana y la de cualquier comunidad política: la necesidad de tener referencias tanto «de lo que está delante como de lo que está detrás», de tener «una parte en el cielo en perpetua e impotente transición, y una parte que perpetuamente humilla su cabeza en el polvo».

G. K. Chesterton. Alarmas y digresiones (Alarms and Discussions, 1910). En Obras completas, tomo I; Barcelona: Plaza & Janés, 1967; de la p. 937 a la p. 1091 de 1676 pp.; trad. de Teresa Reyles. Nueva edición en Barcelona: Acantilado, 2015; 192 pp.; trad. de Miguel Temprano; ISBN: 978-8416011667 . [Vista del libro en amazon.es [5]]