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Magia en las cosas

Hay una escena en Los hijos de Húrin [1] en la que se cuenta que, cuando el rey Thingol entrega la espada Anglachel a Beleg Arcofirme, la reina elfa Melian le dice: «Hay maldad en esta espada. El corazón del herrero sigue morando en ella, y era un corazón oscuro. No amará la mano a la que sirva, y tampoco estará contigo mucho tiempo».

Esa gran idea de que los objetos están impregnados del espíritu con el que han sido hechos se menciona también en el capítulo «Adiós a Lórien» de El Señor de los anillos [2], cuando los elfos de Lórien entregan a los expedicionarios unas capuchas y unas capas, «de esa tela sedosa, liviana y abrigada que tejían los Galadrim. Era difícil saber de qué color era: parecían grises, con los tonos del crepúsculo bajo los árboles; pero si se los movía, o se las ponía en otra luz, eran verdes como las hojas a la sombra, o pardas como los campos en barbecho al anochecer, o de plata oscura como el agua a la luz de las estrellas. Las capas se cerraban al cuello con un broche que parecía una hoja verde de nervaduras de plata.

—¿Son mantos mágicos? —preguntó Pippin mirándolos con asombro.

—No sé a qué te refieres —dijo el jefe de los Elfos—. Son vestiduras hermosas, y la tela es buena, pues ha sido tejida en este país. Son por cierto ropas élficas, si eso querías decir. Hoja y rama, agua y piedra: tienen el color y la belleza de todas esas cosas que amamos a la luz del crepúsculo en Lórien, pues en todo lo que hacemos ponemos el pensamiento de todo lo que amamos».