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El pirata

El pirata es una de las novelas más conocidas de Walter Scott [1], que no tiene nada que ver con las más habituales suyas de tipo histórico. En una introducción de 1831 y en su advertencia a la primera edición explica sus orígenes: su inspiración en la vida del pirata John Gow y los conocimientos que había reunido sobre las Orcadas y las Shetland durante una visita oficial de varias semanas que tuvo que hacer a esas islas en 1814. A la edición, con una traducción antigua pero remozada —con algunas expresiones que parecen impropias—, le falta un buen mapa.

Se acción se desarrolla el año 1689. En la principal de las islas Shetland, el centro de la vida social es la casa señorial de Magnus Troil y sus hijas Minna y Brenda, con quienes está en muy buena relación el joven Mordaunt Merton. Este, ignorando la costumbre local de abastecerse de los restos de los naufragios pero de no socorrer a los náufragos porque así se atraen las maldiciones, salva la vida del pirata Clemente Cleveland. Pero, luego, además de que Cleveland se gana el amor de Minna, Mordaunt deja de ser bien visto en casa de los Troil. La llegada de un barco misterioso a Kirkwall, la capital de las Orcadas, precipita los acontecimientos. El personaje que lo domina todo es Norna de Fitful-Head, una mujer con un pasado dramático y fama de pitonisa, que a la vez profetiza e intenta dirigir los acontecimientos.

El lector de Scott puede adelantar qué defectos, o que rasgos que hoy vemos como defectos, encontrará: el inicio de la historia es lento y casi nada sucede durante cientos de páginas; abundan las digresiones e intrusiones del narrador —interesantes para quien desee conocer pormenores costumbristas o folclóricos—; todos los personajes hablan retóricamente; hay reacciones exacerbadamente románticas; se subraya la superioridad natural de los aristócratas…

Pero también conoce bien las cualidades que compensan la lectura: los ambientes están bien dibujados —los paisajes, las casas, en especial la extraordinaria vivienda de Norna—; abundan los secundarios singulares —el agricultor estudioso Triptolemo Yellowley, el incansable bardo Claudio Halcro, el repulsivo enano Nick Strumpfer o Pacolet, el pirata ex-actor Jack Bunce o Federico Altamonte…—; pero, sobre todo, la tensión argumental en aumento no se centrará tanto en la rivalidad entre los protagonistas como en el desvelamiento de los enigmáticos misterios del pasado.

Walter Scott. El Pirata (The Pirate, 1821). Madrid: Espasa, 2008; 425 pp.; col. Espasa Clásicos; trad. de Eugenio Xammar; ISBN: 978-84-670-2713-6.