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Nuestra propia trivialidad

Cuenta George Steiner [1] en Errata que una vez su padre le leyó, en su cumpleaños, el canto XXI de la Ilíada donde Licaón pide perdón a Aquiles pero éste lo mata: «Llevar dentro de uno mismo este relato (aprenderlo de memoria) es poseer una guillotina contra la ilusión. Junto con La muerte de Iván Ilich [2], de Tolstoi [3] (Tolstoi es uno de nuestros más eximios lectores de La Ilíada), el fatalismo de Aquiles —su ternura momentánea, vacía como los ojos de las figuras arcaicas griegas— nos instruye contra nuestra propia trivialidad».