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La ladrona de libros

Igual que, como ya dije, no me gustó El niño con el pijama de rayas [1], tampoco me ha gustado La ladrona de libros [2], de Markus Zusak, aunque este segundo libro sea mucho mejor y contenga personajes tan atractivos como Hans Hubermann. Así como en el primer caso me pareció que literariamente no merecía mucha atención y me desagradó su planteamiento comercial, en el segundo tal vez mi rechazo comenzó en que no me atrajo nada la voz narrativa de la muerte, tan teatral: hay relatos que no necesitan adornos ni gracietas.

A mí me parece que, a realidades tan duras, lo mejor es acercarse de frente, con testimonios reales. Así, relatos de campos de concentración que recuerdo ahora son los de Si esto es un hombre [3], de Primo Levi, o El hombre en busca de sentido [4], de Viktor Frankl; o Treblinka, que recompuso a base de testimonios Jean-François Steiner, hoy fuera del mercado; otros relatos testimoniales citados en la web son el Diario de Ana Frank [5], El pianista del gueto de Varsovia [6], Maus [7]; otros, con protagonistas niños, basados en testimonios de supervivientes y de los que iré colgando reseñas en el futuro son Una isla entre las ruinas [8], de Iuri Orlev [9]; Cuando Hitler robó el conejo rosa [10], de Judith Kerr [11]; Un saco de canicas [12], de Joseph Joffo [13]; Sin destino, de Imre Kertész; Malka Mai [14], de Mirjam Pressler [15]