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Archipiélago Gulag

En las últimas semanas he releído, rápido, Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn [1]. He comprobado que, a estas alturas, por sus continuas referencias a personas y hechos de la historia de la represión en la Unión Soviética, puede ser un libro difícil para quien no tenga un particular interés en la cuestión, y desagradable a más no poder para cualquier heredero mental de Lenin y sus sucesores. He vuelto a recordar su tono ágil y sus ramalazos de humor negro: «El jefe de la escolta estaba intrigado: “¿Y a ti por qué te han echado veinticinco años?”. “Pues, por nada”. “¡Mentira. Por nada, lo que te cae son diez!”». Un buen resumen de su contenido, para quien no lo conozca, está en la correspondiente voz de Wikipedia [2].

Dos citas de interés:

«¡La ideología! He aquí lo que proporciona al malvado la justificación anhelada y la firmeza prolongada que necesita. La ideología es una teoría social que le permite blanquear sus actos ante sí mismo y ante los demás y oír, en lugar de reproches y maldiciones, loas y honores. Así, los inquisidores se apoyaron en el cristianismo; los conquistadores, en la mayor gloria de la patria; los colonizadores, en la civilización; los nazis, en la raza; los jacobinos y los bolcheviques, en la igualdad, la fraternidad y la felicidad de las generaciones futuras. Gracias a la ideología, el siglo XX ha conocido la práctica de la maldad contra millones de seres. Y esto es algo que no se puede refutar, ni esquivar, ni silenciar. ¿Y cómo después de esto podríamos atrevernos a seguir afirmando que no existen los malvados? ¿Quién, pues, exterminó a esos millones? Sin malvados no hubiera habido Archipiélago».

«El poder es un veneno conocido desde hace milenios. ¡Ojalá nadie pudiera jamás tener poder material sobre los demás! Sin embargo, para el hombre que cree en algo superior a todos nosotros y que tiene por tanto conciencia de sus propias limitaciones, el poder no resulta mortífero. Por el contrario, para las personas sin esfera superior es un veneno letal. No pueden escapar a su contagio. ¿Recuerdan lo que dijo Tolstói [3] sobre el poder? En razón de su cargo al servicio del Estado, Iván Ilich [4] tenía la posibilidad ¡de causar la perdición de todo hombre que quisiera! Todos sin excepción estaban en sus manos. A cualquiera, aunque fuera la persona más importante, podían traerlo a su presencia en calidad de acusado. (¡Pero si es igual que nuestros azules! ¡Ya está todo dicho!) La conciencia de este poder («y la posibilidad de mostrarse clemente», precisa Tolstói, aunque esto ya no tiene nada que ver con nuestros bravos mozos) constituía para él el principal interés y el atractivo de su trabajo. Atractivo es poco: ¡Embriaguez!»

Alexander Solzhenitsyn. Archipiélago Gulag (1973). Barcelona: Círculo de lectores, 1977, 12ª ed.; 544 pp.; trad. de L. R. Martínez; ISBN: 978-84-226-0579-9. Nueva edición, en tres volúmenes, en Barcelona: Tusquets, 2015; trad. de Josep María Güell y Enrique Fernández Vernet; ISBN: 978-8490661697. [Vista de una edición para kindle en amazon.es [5]]