En un álbum ilustrado no es igual un formato que otro. Un ejemplo clarísimo lo tenemos en El topo que quería saber quien se había hecho aquello en su cabeza [1], de Wolf Erlbruch [2] y Werner Holzwarth [3], del que se había publicado una penosa edición cuadrada y que ahora, menos mal, acaba de volver al mercado en el formato apaisado que tenía en su primera edición (esperemos que Alfaguara siga ese camino y haga desaparecer pronto la edición última de Donde viven los monstruos [4], de Maurice Sendak [5]). En la reseña de Erlbruch se incluyen dos álbumes más, entre los que destacaría El águila que no quería volar [6], un excelente argumento del ghanés James Aggrey [7].