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Las preocupaciones de Sócrates (2)

La primera objeción de Sócrates contra la palabra escrita señalaba la importancia que tiene analizar todas las presunciones y fundamentos intelectuales en cualquier debate. Para Sócrates la impermeabilidad del lenguaje escrito enmascaraba que su naturaleza es esencialmente engañosa. Él «creía que, al contrario que el “discurso muerto” de la lengua escrita, la lengua oral o “discurso vivo” estaba formado por entidades dinámicas —llenas de significado, sonido, melodía, énfasis, entonación y ritmo— listas para ser desveladas, capa a capa, mediante el análisis y el diálogo. Por el contrario, la palabra escrita no podía responder. La rígida mudez de la palabra escrita condenaba al fracaso el proceso de diálogo que Sócrates considera la esencia de la educación». Al igual que Sócrates, en su obra Pensamiento y lenguaje, Lev Vigotsky describía las relaciones generativas entre la palabra y la idea, y entre el maestro y el alumno, y sostenía «que la interacción social [oral] juega un papel capital en el desarrollo de las progresivamente complejas relaciones entre palabras y conceptos de los niños».

La segunda objeción de Sócrates hablaba de que el lenguaje escrito significaba la destrucción de la memoria. A partir de la idea «de la interrelación entre el lenguaje, la memoria y el conocimiento, Sócrates concluyó que la lengua escrita no era una “receta” para la memoria, sino un agente potencial de su destrucción. Proteger la memoria individual y su papel en el análisis del conocimiento era más importante que las indiscutibles ventajas de la escritura para preservar la memoria cultural». Así, en el Fedro, Sócrates compara la escritura con las pinturas, que sólo tienen apariencia de vida, «parecen hablarte como si fueran inteligentes pero si les preguntas algo sobre lo que dicen por el deseo de ser instruido, ellas siguen diciéndote lo mismo una y otra vez, constantemente». Y en Protágoras arremete contra los que piensan igual que los rollos de papiro, «incapaces de responder a tus preguntas o de preguntarse a sí mismos».

Maryanne Wolf. Cómo aprendemos a leer: historia y ciencia del cerebro y la lectura (Proust and the Squid, 2007). Barcelona: Ediciones B, 2008; 335 pp.; trad. de Martín Rodríguez-Courel; ISBN: 978-84-666-3835-7. [Vista del libro en amazon.es [1]]