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El gigante enterrado

Diez años después de su última novela, Kazuo Ishiguro [1] ha publicado El gigante enterrado, una obra diferente a las anteriores por su enfoque y por su ambiente.

Los hechos tienen lugar en una Inglaterra medieval, posterior al mundo artúrico, cuando aún están abiertas las heridas de los enfrentamientos entre sajones y britanos. Una pareja de ancianos britanos, Beatrice y Axl, algo desorientados porque no tienen ya buena memoria, deciden ir en busca de su hijo que, hace años, les abandonó. En el camino coinciden con un fiero guerrero sajón llamado Wistan y un chico de doce años que va con él, llamado Edwin y que tiene una herida misteriosa; con un anciano caballero de la corte de Arturo, sir Galwain, que anda en busca de la dragona Querig. Van encontrándose soldados, a los que burlan o con los que combaten, y monjes que les acogen, no siempre con buena voluntad.

La historia interesa pues está bien escrita y es intrigante. Son muchas las preguntas que se suscitan, sobre los objetivos tan distintos que tienen los personajes y cómo han terminado juntos en una trama tan improbable. Tantos interrogantes tiran del lector hacia delante pero, al mismo tiempo, no hacen la historia convincente pues la extrañeza de lo que sucede no facilita la cercanía con las emociones de los personajes. Es una gran imagen la de la niebla que se apodera del paisaje y que parece ser la causa de que a los ancianos, y parece que a todos, les haga olvidarse de cosas del pasado. Una y otra vez se plantea si, tanto personal como socialmente, no será mejor olvidar que recordar el pasado, el gigante enterrado, pues tal vez si se levantase de nuevo muchos lazos de afecto se romperían y los viejos agravios despertarían nuevos deseos de venganza y de conquista.

Es cierto que El gigante enterrado «permanece en el recuerdo mucho después de haberlo leído, negándose a irse y obligándonos a reflexionar una y otra vez sobre él», dice Neil Gaiman [2] en la reseña que le hizo a este libro. Pero también, aunque la califique de novela excepcional —todo lo que toca Ishiguro tiene calidad—, reconoce que no ha sido capaz de enamorarse de ella tanto como le hubiese gustado: resulta imposible leer la novela sin la componente alegórica que tiene —la misma narración te hace leerla así—, pero a la vez lo que tiene de alegoría es como un confuso monstruo que se nos oculta en la niebla.

Kazuo Ishiguro. El gigante enterrado (The Buried Giant, 2015). Barcelona: Anagrama, 2016; 365 pp.; col. Panorama de narrativas; trad. de Mauricio Bach; ISBN: 978-84-339-7966-7. [Vista del libro en amazon.es [3]]