Estamos en «las Tierras Vírgenes, la soledad salvaje, el helado corazón de los desolados yermos del norte». En ellas vive Colmillo Blanco, un cruce de lobo y perra, cuya historia es semejante pero en cierto modo inversa de la de Buck en La llamada de lo salvaje: Buck empieza y Colmillo Blanco termina siendo propiedad de un juez, Buck debe adaptarse a la vida salvaje y Colmillo Blanco a la vida entre hombres… Estando al borde de la muerte, un hombre no sólo lo salva sino que se impone «la tarea de redimir a Colmillo Blanco —o mejor, de redimir a la humanidad— del mal que había hecho Colmillo Blanco», pues sentía que el mal hecho por Colmillo Blanco era una deuda en la que había incurrido el hombre y que debía ser pagada».