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El sillón de plata

Eustace y una chica de su clase, Jill Pole, entran en Narnia huyendo de unos compañeros que ponen a Jill al borde de la histeria. Una vez en Narnia, deben buscar al desaparecido príncipe Rilio, hijo del Rey Caspio. Jill tiene su primer contacto con Aslan y le sorprende su voz grave, salvaje, potente y dorada. El León le dice a Jill Pole cuáles son las señales que debe recordar para cumplir su misión: «Es importante que te las sepas de memoria y que no prestes atención a las apariencias. Recuerda las señales, cree en las señales. Todo lo demás no importa». A pesar de todo, Jill las olvida y la expedición formada por ella, Eustace y Puddlegum, el Gamusino de los Pantanos, sufre no pocos contratiempos. Entre otros, ser capturados por los Gigantes, un incidente que, aunque tiene cosas deliciosas (por ejemplo, si resulta posible nadar, una bañera de gigantes es de lo mejor del mundo; y las toallas de los gigantes, aunque un tanto ásperas, también son maravillosas, porque es como si hubiese metros y metros de toalla), también tiene cosas superdesagradables (por ejemplo, no hay nada tan molesto como el beso de una giganta).