Keith, un chico flautista, junto con un gato llamado Mauricio, y, ocultos, unos ratones que piensan y hablan con normalidad —y de nombres tan raros como Peligro Alubias, Jamoncocido, Sardinas, etc.—, se dedican a ir de pueblo en pueblo. En ellos, los ratones actúan para fingir ante los habitantes que ha llegado una plaga, y para provocar que las autoridades pidan la intervención de un flautista capaz de expulsarlos. Pero cuando llegan a Mal-Baden, donde han decidido hacer una última estafa, ven que las cosas son diferentes: hay unos tipos siniestros que cazan ratones y, además, Malicia Grim, la hija del alcalde, una chica que no para de hablar y que todo lo interpreta según los cuentos que ha leído, descubre que Mauricio y los ratones hablan.