Alexander se despierta un día con chicle en el pelo, tropieza con el monopatín al levantarse, moja el jersey cuando se lava… y, a lo largo del día, le van cayendo encima todas las minidesgracias imaginables: en el desayuno con sus hermanos, en el coche que le lleva al colegio, en clase, en el recreo, a la hora de comer, en el dentista, en la calle… incluso cuando se acuesta y le ponen el pijama de trenes que odia.