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RAY, Satyajit

El autor es un buen constructor de argumentos con intriga y buen humor, un notable creador de personajes, y un gran narrador. Sus relatos reflejan muchos aspectos ambientales y costumbristas indios y eso los hace atractivos para unos pero lejanos para otros. En los del segundo libro que cito hay varios con toques de fantasía, y todos son bienhumorados y tienen un punto de intriga.

El personaje de Feluda lo creó en 1965 y apareció en una revista infantil fundada por su abuelo llamada Sandesh. En esta página de Wikipedia [1] están las fechas de todos sus relatos. En La fortaleza de oro, cuando Feluda es poco más que un universitario y su primo tiene unos quince años, ambos conocen a Lalmohan (también llamado Laluda, o Jatayu), un escritor de novelas populares que les acompañará en los relatos sucesivos. En ellos se plantean casos intrigantes que se desarrollan con buenos diálogos. Son muchas las similitudes formales con los casos de Sherlock Holmes: como él, Feluda es fumador habitual y no duda en poner de manifiesto la incompetencia de su primo-ayudante —«con ese cerebro infantil subdesarrollado que tienes…», «se ve que no has aprendido a ejercitar tus células grises…»—, a quien no le importan nada las pullas y admira continuamente la sabiduría y las habilidades de todo tipo de su jefe. En cada una de sus aventuras Feluda muestra sus enormes conomientos de alguna cuestión: en la primera colección de relatos que cito se ve que sabe mucho de Geometría en el primer relato, de particularidades del cine indio en el segundo, del Ramayana [2] y el Mahabaharata [3] en el tercero, de la Calcuta antigua en el cuarto; en otro de los relatos del segundo libro lo sabe todo del hombre prehistórico…

Sin embargo, de los tres libros que menciono tal vez el mejor es el tercero: Fatik y el juglar de Calcuta, una muy buena historia, con ritmo, contada con amenidad, con personajes interesantes y ambientes callejeros bien descritos. Se cuenta todo en presente, un buen recurso para los capítulos o los tramos que siguen a Fatik, la mayoría, pues así se mete al lector en su desorientación y en su falta de recuerdos al principio, y luego es una buena forma de ir indicando al lector cuáles son las reacciones interiores tanto suyas como de otros personajes que van apareciendo. El padre de Fatik, un personaje autoritario y mezquino, añade sabor al relato: es como si el autor se recreara en poner al lector en la disyuntiva de desear lo mejor para el bondadoso Fatik y lo peor para su irritante padre.