Con estructura sencilla, acción ágil, lenguaje asequible, y acentos decididamente humorísticos, El vendedor de agujeros es una narración chispeante de ciencia-ficción cómica. El narrador mantiene al lector intrigado, a la espera de que los protagonistas logren la fórmula para la estabilización de los agujeros vivos, y así puedan detener las espeluznantes consecuencias que desencadena la ambición de Peláez.
Otros dos relatos
Los mismos protagonistas reaparecen en Un museo siniestro (1992); Madrid: SM, 1992; 139 pp.; col. El barco de vapor; ilust. de Avi; ISBN: 84-348-3803-6. Pero, dentro de las coordenadas de lo fantástico, es un relato que cuesta más trabajo aceptar debido a que se acentúa la seriedad que pide la mayor edad de Alfredo y su amiga Elvira.
Con ese tono más formal el autor tiene también un inquietante relato acerca de la utilización de los niños en los anuncios publicitarios, realista pero con lejanos ribetes de ciencia-ficción y sin final del todo feliz, titulado Por un maldito anuncio (1989); Madrid: SM, 1994; 120 pp.; col. El submarino naranja; ilust. de Joan Verdú; ISBN: 84-348-4375-7.