Nueva versión de la fábula La liebre y la tortuga. El texto, que va en verso y en el que la tipografía cambia de tamaño según de qué se hable o de cómo se diga, termina con una moraleja en la que se cita expresamente al autor original: «como hubiese dicho ESOPO [1]: Despacio, pero con constancia, es el modo de llegar sin retraso y con elegancia».
Las ilustraciones son vistosas y simpáticas, están compuestas con enfoques muy cinematográficos, van pintadas sobre tabla y recuerdan estilos publicitarios de hace décadas. Lo característico, sin embargo, es la elegancia que les da su aspecto craquelado: un efecto como de rotura que normalmente no se desea, pero que aquí es expresamente buscado, y que sucede cuando se seca la pintura después de haber aplicado una primera capa de óleo fina y otras posteriores más grasientas. La historia se cuenta combinando ilustraciones grandes que ocupan una o dos páginas completas, con otras pequeñas que pueden tener cualquier formato, desde postales del viaje a pequeños detalles del avance de uno de los dos rivales, en coche, barco, avión, globo… Y, de paso, se muestran escenas significativas de los lugares de paso: París, desiertos, China, Australia…
El álbum se puede poner como ejemplo de que una presentación muy adornada de un relato como este no es la mejor si lo que se busca es transmitir la enseñanza: esta se acepta sin grandes discusiones con el formato clásico de las fábulas, un texto sucinto y humorístico, pero pierde claridad y contundencia cuando se intenta extraer después de una maraña de sucesos disparatados.