Los cuentos mencionados pertenecen a los Contes du chat perché, publicados en 1934 y aumentados en 1950 y 1958, que son un clásico en Francia. En España se publicaron en la misma colección, pero están hoy descatalogados, otros libros con los restantes cuentos: El elefante (contiene: El elefante, El asno y el caballo, El pavo real; L´éléphant, L´ane et le cheval, Le paon), El pato y la pantera (contiene: El pato y la pantera, El lobo, El perro; Le canard et la panthére, Le loup, Le chien), La pata del gato (contiene: La pata del gato, Las vacas y El problema; La patte du chat, Les vaches, Le probléme), y El ganso malo (contiene: El ganso malo, El cuervo y el perro, El cordero; Le mauvais jars, Le cert et le chien, Le mouton).
En un ambiente rural parecido al que conoció en su infancia, Marcel Aymé inventa unas historias en las que pone de manifiesto tanto su talento literario como una visión de la vida irónica y bondadosa. Los personajes no son esquemáticos, pues se describen bien sus reacciones interiores: podemos encontrarnos con ciervos domésticos que reclaman su día de descanso dominical, con perros que se lamentan de tener que trabajar en cacerías, con asnos dispuestos a reivindicar su inteligencia, con gansos susceptibles cuando piensan que no se les respeta, con gatos capaces de atraer la lluvia… Los acentos narrativos tienen un cierto carácter de mezcla de las fábulas de LA FONTAINE [1] y los cuentos populares. Se desarrolla con coherencia la premisa de que los animales puedan opinar e intervenir en los asuntos de los hombres, que por otra parte no renuncian a su comportamiento normal: venderlos si no son útiles, sacrificarlos si les parece necesario, etc. Algunos relatos introducen otros elementos fantásticos: es el caso de Las cajas de pintura, donde los animales cambian su forma de acuerdo a como son pintados por las niñas. El autor, por otra parte, no pretende sacar moralejas al uso, aunque, por ejemplo, termine Los bueyes diciendo que las niñas aprenden que «los bueyes no ganan nada instruyéndose, y que las mejores lecturas les acarrean las peores desgracias».