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KENNEDY, (Jerome) Richard

Libro singular, bien escrito y excelentemente traducido, que ocupa un importante lugar dentro de los relatos sobre juguetes que adquieren vida. El narrador hace frecuentes comentarios dirigidos al lector con los que hace más verosímiles los giros argumentales, que no están hilados conforme a pautas lógicas. Cada capítulo tiene como introducción unos versos de la colección tradicional anglosajona de nursery rhymes, MOTHER GOOSE [1], y en el texto abundan también las referencias a ella; se citan numerosos pasajes bíblicos manejados de un modo un tanto caótico, como corresponde al personaje que los trae a colación; hay también citas o alusiones a LAS MIL Y UNA NOCHES [2], a obras de STEVENSON [3] y de SWIFT [4]… Es, en definitiva, un libro cuya confección y extensión pide unos lectores adultos que más o menos compartan las referencias a juegos y rimas infantiles que maneja el autor, que sean capaces de apreciar su particular sentido del humor y estén dispuestos a dejarse arrastrar por la historia. Son muchas las consideraciones inteligentes que aparecen en el texto y los comportamientos humanos están dibujados con penetración: «Un hombre cansado y endurecido por la vida, en su edad madura, puede tropezar un día con un osito de juguete al que quiso cuando era niño y sorprenderse, y su dureza romperse por un momento mientras siente un tirón en el pecho, como si un hilo inmensamente largo y delgado siguiera atado entre su corazón y ese amigo estropeado y olvidado».

Niños preparados para los milagros

Es notable la calidad de la prosa natural y poética del autor, su capacidad para llegar a convencernos, por ejemplo, de cómo un muñeco puede adquirir vida. Los siguientes párrafos revelan eso y, también, el tema central de la obra de Kennedy: el poder transformador del amor.

«Cuando uno se educa en un orfanato, lleva una vida de Agitación y Desenfreno. Lucha Libre, Marica el último y Pero Qué se me ha Perdido a Mí Aquí. Sobre sus penas y fatigas se ha escrito en otros libros. Nuestra historia consiste sólo en dar la buena noticia de que Amy sobrevivió hasta sus cinco años sin sufrir daños irreparables en su espíritu. Sin embargo, en esos cinco años no conoció ninguna felicidad muy grande, ni tuvo nada que pudiera llamar realmente suyo».

Más adelante, cuando continúa pintando la vida de Amy en el orfanato, sigue: «Bueno, siempre se llora mucho en los orfanatos. Otros tratan de ver rostros que conocieron en otro tiempo, o que nunca conocieron, y los encerados pasillos, cuando están abandonados y silenciosos, parecen casi encantados, llenos de espíritus que buscan y son buscados. Por otras partes flotan sueños y débiles recuerdos, los fantasmas se sientan en sillas duras en la sala de espera, invisibles compañeros de juegos duermen bajo las camas, y en cualquier rincón puede haber un hada madrina o un caballo con alas. Los deseos son espesos como el polen en el aire. Puede ocurrir cualquier cosa».

Y, dos páginas después, cuando el Capitán cobra vida, esta es la explicación: «Bueno, los niños de los orfanatos están preparados para esa clase de milagros. Y, después de todo, ¿por qué ha de ser tan sorprendente? Suponed que os hablaban sin parar, como le hablaban al Capitán, y que os leyeran libros y os abrazaran y os quisieran constantemente, y que os dijeran los mayores secretos. Hasta un montón de trapos tendría que responder. Un muñeco, desde luego, lo haría».