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HAMILTON, Virginia

La autora tiene un estilo personal, reflexivo y calmado, que algunos lectores aprecian mucho porque atiende al mundo interior de sus personajes, pero que no suele gustar a quienes desean más acción. Sus argumentos tienen siempre protagonistas negros y raíces en el mundo afroamericano al que pertenece y al que desea reivindicar.

Las que cito son las dos únicas novelas suyas que se han traducido al castellano. Dejando al margen los rasgos complejos propios de los ambientes sociales que retratan, que les dan un valor especial, ambas son genuinas representantes de un subgénero rosa-preadolescente: las protagonistas son chicas mestizas de padre blanco y madre negra, seguras de sí mismas, cariñosas y sensibles, descaradas y dóciles, con ideas propias. Con diálogos ágiles y vivos, con retazos excelentes, ambas muestran unos ambientes familiares cordiales, en los que no está el padre. Pero el sentimentalismo que las empapa, reforzado aún más con el recurso a las canciones, hacen endebles las tramas y las vidas de sus protagonistas.

La autora pretende animar a los chicos a ser comprensivos con sus padres, y les sugiere que quizá ellos caigan en lo que ahora critican: «—Lo más difícil es entender que nuestros padres no son perfectos —dijo (el señor Terrell a Camy)—, que cometen errores, que son humanos. Y supongo que los tuyos deberían haber hecho las cosas de otra manera. Los niños entienden mucho más de lo que creemos». Más adelante, cuando es necesario, el padre de Camy aparece: es el momento de que le aclare a su hija, orgullosa de él a pesar de todo, un padre tan rubio y tan alto, que «a menudo hacemos daño a los que más queremos, le dice su padre. También Bulhaire hace lo posible por analizar sus propios sentimientos para concluir que «estaba furiosa con su madre, pero sabía que ella no tenía la culpa, nadie la tenía. Tampoco era culpa de su padre, ni de la niña pequeña».

Canciones para llorar

En Plain City, la autora procura persuadir a sus jóvenes lectoras de que, a pesar de su escasa dedicación de tiempo, los padres quieren a los hijos y, cuando es necesario, están allí para ayudar. «Mamá anda… muy ocupada para ser mamá. No la culpo, pero también quiero que esté conmigo», dice Bulhaire. La respuesta, el gran gesto educativo de su madre, Bluezy, se produce cuando pide a su hija que vaya y presencie la primera hora de su espectáculo (y se sobreentiende que lo demás es mejor que no lo vea). El escenario le sirve para enviar encriptado su mensaje de madre a hija, que tiene tres partes:

Mensaje uno: con Puente sobre aguas turbulentas, «hija, puedes confiar en mí»: «Cuando estás cansado y te sientes mal / si en tus ojos hay lágrimas, yo las vengo a secar. / Yo estaré siempre a tu lado, si la suerte es adversa / y los amigos no están. / Yo seré quien te tienda / un puente sobre aguas turbulentas». «Y finalmente, Bluezy cantó sola, fuerte y segura: Como un puente sobre aguas turbulentas / yo tu alma aliviaré. / Amor, yo tu alma aliviaré».

Mensaje dos: Con It Aint´t Fair, «hija, cuento con tu comprensión y tu ayuda»: «Tanta gente junto a mí / y no tengo ni un amigo. / Dios ya sabe lo que digo, igual que sabe que perdí. / Si nacer es ya perder, / ¿quién podrá nunca vencer? […] / Yo intento seguir mi camino / y de mi esfuerzo Dios ha de saber. / Pero un día cualquiera al fin, / hasta la cima yo llegaré. / Creo y espero que yo podré, / porque Buhlaire me ayuda a mí».
Mensaje tres: Bluezy hace subir al escenario a su hija y ambas cantan a dúo la canción favorita de las dos, Let it be, «Déjalo estar»: «Y si el corazón se ha roto / pero quieres aún soñar, / la respuesta será siempre… / Déjalo estar…».

Otros libros

He leído otros dos libros de la autora, interesantes por su lenguaje cuidado y por su dibujo de personajes poco representados antes en los libros infantiles y juveniles, pero sin el ritmo y la acción que puede atraer a lectores chicos. Son:

The Planet of Junior Brown (1971). New York: Aladdin Paperbacks, 2006; 210 pp.; ISBN: 978-1-4169-1410-5.

Junior Brown es un chaval negro muy gordo, con gran talento musical y sobreprotegido por su madre. Tiene un amigo, Buddy Clark, muy listo, que le protege aunque un chico sin hogar. Un conserje del colegio, que sabe que los dos tienen problemas, ha construido para ellos un sistema solar en un lugar oculto y se suele reunir con ellos allí. Hasta que son descubiertos.

M. C. Higgins, the Great (1974). New York: Aladdin Paperbacks, 2002; 271 pp.; ISBN: 978-1-4169-1407-5.

Tres días de la vida de un chico llamado Mayo Cornelius Higgins. Vive con sus padres y hermanos en la Montaña de Sarah (llamada así en honor de su abuela, una esclava fugitiva), en los montes Apalaches, en Kentucky, cerca del río Ohio. Se pasa mucho tiempo subido en un poste alto, desde donde puede ver todo el entorno. Teme que los trabajos mineros, que acumulan toda una montaña de restos, acaben por destruir su casa. Desea marcharse y espera conseguirlo debido a las dotes para la canción de su madre, a la que pueden proponerle grabar un disco. Además, hay una extraña familia blanca vecina y aparece también una chica por la zona.

En The Planet of Junior Brown, que parece ser la primera novela infantil-juvenil donde aparece un chico homeless, se presenta un mundo urbano y una relación de amistad, y un adulto amable, que acaba supliendo un poco el cuidado familiar que ninguno de los dos chavales tiene. En la segunda novela se acentúan otras cuestiones: la preocupación por el deterioro ambiental, la importancia de los lazos y tradiciones familiares, los primeros brotes de rebelión de un chico contra su padre, la maduración de M.C., la convivencia entre gentes distintas… Lo que importa en ambos libros son las transformaciones interiores de los protagonistas, que se acentúan por el uso poético del lenguaje, unido con expresiones de argot en los diálogos, y porque la escritora compone sucesos y emplea imágenes, ya desde los títulos, a los que comunica significados profundos.