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FINN GARNER, James

Si las recopilaciones de cuentos clásicos no suelen ir destinadas a los niños o los jóvenes sino a los adultos, que pueden encontrar en ellos la fuente que puede nutrir sus narraciones orales, más aún estas reescrituras de los cuentos de siempre que cambian su intencionalidad. Finn Garner se dirige a un lector-cómplice, que ya conoce los argumentos y que está familiarizado con mucha jerga de la época, para introducirlo en un juego intelectual de paralelismos y contrastes, con un propósito «educativo» que ironiza sobre algunas líneas del actual pensamiento dominante: entre otras cosas, afirma que sus cuentos quieren ayudar a evitar prejuicios sexistas y a conseguir una «imaginación progresivamente justa».

Consigue su propósito pues algunas ridículas susceptibilidades y eufemismos frecuentemente manejados son reducidos al absurdo con golpes de apabullante hilaridad. El patito feo es ahora «el patito que logró verse juzgado por sus propios méritos y no por su aspecto personal»; los ángeles son «intercesores extradimensionales»; La bella durmiente es «La persona durmiente de belleza superior a la media» —el narrador indica que era una mujer «inteligente, compasiva y autocultivada» pero que señalar «hasta qué punto era o no asimismo físicamente atractiva es algo que carece aquí de importancia y que dependería únicamente del modelo de belleza de cada uno»—. O, por ejemplo, así comienza Rapunzel: «Érase una vez un calderero económicamente desfavorecido que vivía con su mujer. Su falta de bienestar material no debe dar a entender que el conjunto de los caldereros formen un grupo económicamente marginado, ni que, de ser así, merezcan sufrir dicha condición»…

En general se ha de decir que si esta forma de humor logra muchas frases y momentos felices puede llegar a cansar: a veces parece que sería mejor más contención o, quizás, la cuestión está en que un libro así no ha de leerse de un tirón sino poco a poco. Luego, el que los relatos gusten o no depende de la conexión particular que tenga el lector con el tipo de bromas: por ejemplo, a un corredor le puede hacer especial gracia una versión de La liebre y la tortuga donde se dice que «la tortuga avanzaba poco a poco, cuidando de mantener estable el nivel de sus fluidos corporales mediante la ingesta de líquidos isotónicos a lo largo del trayecto»; y no le sorprenderá saber que, cuando al final de la carrera, le hicieron análisis de orina, se descubrió que «usaba y abusaba poderosamente de los esteroides, aunque ella defendió que en realidad se debía a los efectos secundarios del tratamiento contra el asma al que se hallaba sometida».